María y Carlos en la piscina



Era un caluroso día de verano, y María y Carlos estaban muy emocionados porque habían decidido ir a la piscina del barrio con su grupo de amigos. Mientras caminaban, el sol brillaba intensamente, y el sonido de las risas de los niños se escuchaba a lo lejos.

"¿Ya viste cómo está el agua?" - preguntó Carlos con una gran sonrisa."¡Sí, parece fresca! No puedo esperar para zambullirme" - respondió María, saltando de alegría.

Cuando llegaron, se encontraron con un grupo de amigos: Ana, Juan y Lucas, que ya estaban chapoteando en la piscina.

"¡Chicos! ¡Esperen!" - gritaron al unísono.

Saludaron a sus amigos y, sin perder tiempo, se cambiaron y se pusieron sus trajes de baño. Ya listos, se acercaron al borde de la piscina. Pero justo en ese momento, Carlos se quedó mirándose en el borde, un poco nervioso.

"¿Y si me hundo?" - dijo, con una voz preocupada.

María se dio cuenta de que su amigo estaba asustado y decidió ayudarlo.

"No te preocupes, Carlos. Vamos a hacerlo juntos. Yo te prometo que no te dejaré caer" - le dijo, mientras le tomaba la mano.

Carlos respiró hondo y, con un poco de duda, aceptó el reto.

"¡Está bien! Vamos a saltar juntos".

Contaron juntos hasta tres.

"Uno, dos, tres... ¡salto!"

Ambos se lanzaron al agua al mismo tiempo. Carlos sintió que el agua lo envolvía como un abrazo, y al instante olvidó su miedo. Cuando salieron a la superficie, rieron a carcajadas, disfrutando del momento.

"¡Mirá cómo me tiro!" - dijo Ana haciendo una bomba que salpicó a todos.

En poco tiempo, los amigos se estaban divirtiendo tanto que decidieron organizar una carrera de natación.

"¡Vamos a ver quién es el más rápido!" - exclamó Juan desafiando a todos.

Cada uno eligió un costado de la piscina. María confiaba en sus habilidades, y Carlos se sentía más seguro.

"¡A la cuenta de tres!"

Las risas y gritos de entusiasmo llenaron el lugar. La carrera comenzó y todos nadaron a toda velocidad. Al llegar al final, hubo un gran revuelo, pero lo realmente importante fue que todos se apoyaban mutuamente, animándose para dar lo mejor.

Pero, de repente, Lucas comenzó a tener problemas. Al parecer, había tratado de hacer un giro y se había enredado con su flotador.

"¡Ayuda! No puedo!" - gritó desesperado.

María, sin pensarlo dos veces, nadó rápidamente hacia él.

"Tranquilo, Lucas, ¡voy a ayudarte!" - le dijo. Se acercó y lo liberó con cuidado.

Con el apoyo de sus amigos y la ayuda de María, Lucas salió a la superficie, respirando aliviado.

"¡Gracias, María! No sé qué hubiera hecho sin vos" - exclamó Lucas, agradecido.

Carlos vio cómo su amiga corrió al rescate y se sintió muy orgulloso de ella.

"Te admiro, María. Sos muy valiente" - le dijo.

A medida que el sol comenzaba a ponerse, todos decidieron descansar alrededor de la piscina, compartiendo historias y riendo juntos.

"Este fue el mejor día de todos" - afirmó Juan, recostándose en su toalla.

"Sí, y aprendí que no hay que tener miedo, siempre hay alguien que te puede ayudar" - agregó Carlos, mirando a María con una sonrisa.

Esa noche, mientras regresaban a casa, María y Carlos estaban felices de haber pasado un día tan divertido.

"Me alegra haberte ayudado, Carlos. Todos podemos tener miedo a veces, pero no hay que dejar que eso nos detenga" - le recordó María.

Carlos asintió y, al notar que el cielo se llenaba de estrellas, dijo:

"Prometo que la próxima vez saltaré sin miedo, como vos lo hiciste hoy".

Y así, con una promesa compartida y el eco de sus risas resonando en el aire, ambos amigos se despidieron, sabiendo que cada día es una oportunidad para aprender, divertirse y ayudarse mutuamente.

FIN.

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