María y el Bosque de Pesadillas



Era un soleado sábado por la mañana cuando María, una niña de 11 años, decidió aventurarse en el bosque que se encontraba cerca de su casa. Siempre había escuchado historias sobre aquel lugar, donde las sombras parecían tener vida propia. Sin embargo, su curiosidad era más fuerte que su miedo. Con su mochila llena de provisiones y su inseparable linterna, se despidió de su madre.

"¡Mamá, volveré pronto!" - le dijo mientras se adentraba en la espesura del bosque.

El sol brillaba a través de las hojas, creando un espectáculo de luces y sombras. Sin embargo, a medida que avanzaba, la luz comenzaba a desvanecerse y el ambiente se volvía más denso. María se sintió un poco incómoda, pero siguió caminando. De repente, comenzó a escuchar murmullos a su alrededor.

"¿Quién está ahí?" - preguntó, tratando de mantener la calma.

Un pequeño conejo se le acercó, temblando.

"Soy Max, el conejo. Este bosque está lleno de pesadillas. ¡Debes irte mientras puedas!" - advirtió.

María, aunque asustada, se dio cuenta de que no iba a dejar que el miedo la detuviera.

"No tengo miedo, Max, quiero descubrir qué hay aquí. Quizás haya algo maravilloso" - respondió María con determinación.

Max la miró con preocupación, pero decidió acompañarla. Juntos atravesaron el bosque, y en cada rincón se encontraban con figuras sombrías que parecían querer atraparlos. Había árboles que susurraban, sombras que se movían, y hasta un río que soltaba un eco de risas que hacía que la piel se erizara.

"Esto es aterrador, pero no puedo rendirme" - pensó María.

A medida que se adentraban más, encontraron un claro iluminado por una luz brillante. Al acercarse, vieron a una anciana con un sombrero de pico y anteojos grandes.

"¡Hola, pequeños aventureros!" - exclamó la anciana. "Soy Lía, la guardiana del bosque. ¿Qué los trae aquí?".

"Venimos a explorar, aunque el bosque nos asusta un poco" - contestó María.

Lía sonrió.

"El bosque refleja sus propios miedos, pero también ofrece oportunidades. Si desean salir, deben enfrentarse a sus pesadillas y encontrar la luz que las disuelva" - explicó.

Intrigada, María entendió que su aventura no solo se trataba de descubrir el bosque, sino de enfrentar sus propios miedos.

"¿Cómo se hace eso?" - preguntó María.

"Cada sombra tiene una historia que contar. Debes hablar con ellas, entenderlas y así se desvanecerán" - respondió Lía.

María y Max se sintieron aliviados por la guía de Lía. Empezaron a buscar las sombras, y cada vez que encontraban una, María se detenía a escuchar y a dialogar.

"¿Por qué me asustás?" - le preguntó a un árbol con caras distorsionadas.

"Tengo miedo de que no me amen ni me entiendan" - respondió el árbol sollozando.

"No te preocupes, yo te entiendo. Todos tenemos miedo. Pero yo estoy aquí y puedo ser tu amiga" - le dijo María con dulzura.

A medida que María enfrentaba cada miedo, estos se volvían menos amenazantes, hasta que finalmente, se sintió más fuerte. Las sombras comenzaron a desvanecerse y el bosque empezó a aclararse. Max la observaba con admiración.

"Estás haciendo un gran trabajo, María" - le dijo.

Finalmente, llegaron a la última sombra: un monstruo que parecía querer devorarlos.

"¡No! ¡No quiero que me atrapes!" - exclamó María, aunque sentía un escalofrío recorrer su espalda.

"Soy un monstruo porque todos me tienen miedo. Pero en el fondo solo quiero ser querido" - lloró el monstruo.

María, con valentía, dio un paso al frente.

"Te entiendo. Todos queremos ser amados. Quiero ser tu amiga" - le dijo.

De repente, el monstruo comenzó a desvanecerse, dejando solo una figura pequeña, asustada. María comprendió que había liberado a una parte del bosque.

Lía apareció nuevamente.

"Has hecho un gran trabajo, María. Has iluminado el bosque con tu valentía y comprensión. Ahora puedes volver a casa" - dijo con una sonrisa.

María y Max siguieron el camino hacia la salida del bosque, sintiéndose felices y aliviados.

"Lo lograste, María. Enfrentaste tus miedos" - dijo Max.

"Sí, y ahora sé que siempre tendré el poder de enfrentar cualquier cosa que me asuste" - respondió María.

Y con el sol brillando de nuevo overhead, salieron del bosque, listos para nuevas aventuras, pero sin olvidarse de las lecciones aprendidas sobre el poder de la amistad y la valentía.

María volvió a casa, sabiendo que ya no había pesadillas que pudieran detenerla.

FIN.

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