María y el desafío de su hermano
Era un día soleado cuando María y su hermano Facundo se quedaron solos en casa. Su madre había salido al mercado y antes de irse les dio un par de instrucciones muy claras.
"Recuerden, chicos: no salgan a la calle, no vean televisión y no hagan ruido. Yo estaré de vuelta en un par de horas", les dijo con firmeza.
María se sentó en la mesa de la cocina con un libro de cuentos, mientras que Facundo, un poco más travieso, tenía otras ideas.
"¡Vamos a ver un rato la tele, María!", insistió Facundo emocionado.
"No, Facundo. Mamá dijo que no. Mejor leemos un libro, eso sí se puede", respondió María con dulzura.
Pero Facundo no la escuchó. Fue hasta el salón y encendió la tele. María se sintió un poco frustrada, pero decidió que era mejor concentrarse en su libro.
Los minutos pasaron y mientras María leía sobre valientes caballeros y dragones, la tele sonaba en el fondo. De repente, Facundo se levantó entusiasmado.
"¡María! ¡Mirá este juego que encontré! Es re divertido. Vení a jugar conmigo!", dijo con una gran sonrisa.
"No, Facundo. Recuerda que mamá dijo que no hagamos ruido y tenemos que ser responsables", contestó María, intentando convencerlo una vez más.
Facundo hizo caso omiso y comenzó a saltar y reírse mientras jugaba. De repente, un rayo de sol iluminó la sala, reflejando en la pantalla de la TV, y eso lo distrajo. Con tanto entusiasmo, perdió el control del control remoto y lo dejó caer. "¡Oh, no!" murmuró, mientras el aparato se apagaba de forma repentina.
María dejó su libro y corrió a ver qué había pasado.
"¿Qué hiciste, Facundo?", preguntó con un tono alarmado.
"No sé, se apagó solo", dijo él, un poco nervioso.
Entonces, la puerta de la casa se abrió y su madre regresó.
"¿Qué está pasando aquí?", preguntó su madre, al ver a María y a Facundo en la sala, cada uno con expresiones muy diferentes.
"Mamá, yo solo estaba leyendo y Facundo...", comenzó a explicar María, pero Facundo la interrumpió.
"¡Yo solo estaba jugando! No es mi culpa que la tele se haya apagado", gritó Facundo, tratando de eludir la responsabilidad.
La madre suspiró, viendo la situación con detenimiento.
"Facundo, sabes que debías obedecer las reglas. No solo porque lo digo, sino porque eso es lo correcto. Vamos a hablar sobre esto."
Facundo bajo la mirada, sintiendo que había cometido un error. Su madre lo llevó a su habitación y María se sentó en el sofá, sintiéndose un poco culpable por no haber podido ayudar a su hermano.
Después de un rato, su madre salió de la habitación de Facundo con una expresión más suave.
"Lo siento, María. Yo pensé que podía confiar en Facundo y que sería responsable. A veces, incluso los más pequeños pueden aprender cosas importantes", dijo su madre.
María asintió.
"Pero, mamá, si Facundo no hubiera desobedecido, no habría pasado nada. Tal vez debería haber sido más firme con él", admitió.
La madre sonrió, reconociendo la sabiduría de su hija.
"Cada día es una nueva oportunidad para aprender. La próxima vez, puedes intentar hablar con él antes de que se meta en problemas. A veces ser un buen hermano significa ayudar al otro a tomar decisiones correctas", explicó.
Esa conversación dejó una huella en María. Mientras Facundo se quedaba en su habitación pensando en lo que había hecho, ella decidió que lo iría a visitar. Golpeó la puerta suavemente.
"¿Facu?", dijo, intentando sonar amable.
"¿Qué querés?", respondió él con un susurro, todavía decepcionado.
"Quería saber si estás bien. Tal vez podamos hacer algo divertido juntos, si me prometes que obedecerás esta vez", propuso María.
Facundo se animó un poco.
"Sí, pero solo si no le decís nada a mamá sobre lo que pasó", dijo con una sonrisa traviesa.
"Trato hecho", replicó María, riendo.
Así que se sentaron en la habitación de Facundo, jugaron un juego de mesa, contaron historias divertidas y compartieron risas. A pesar del malentendido del principio, Facundo aprendió una lección importante sobre la responsabilidad y el valor de escuchar a su hermana.
Cuando llegó la hora del almuerzo, ambos bajaron juntos a la cocina donde su madre había preparado una rica comida.
"¿Cómo les fue?", preguntó su madre con curiosidad.
Facundo le dio una mirada cómplice a María y sonrió.
"Aprendimos muchas cosas hoy, mamá", dijo.
María y Facundo compartieron una mirada cómplice llenas de gratitud. Desde ese día, Facundo se esforzó más por escuchar a su hermana y a su madre, y juntos se convirtieron en un gran equipo, siempre listos para enfrentar cualquier aventura.
Fin.
FIN.