María y el Día de las Emociones
Era un día lindo en la escuela de María. El sol brillaba, las flores florecían y los pájaros cantaban, pero dentro de su corazón, María estaba muy enfadada. No sabía bien por qué, pero sentía que una nube negra la envolvía. Todo le molestaba; el ruido del timbre, el chirrido de las sillas y hasta el aroma de la comida en el comedor le parecía insoportable.
María decidía no hablar con nadie. Se sentó en un rincón del patio, cruzando los brazos y frunciendo el ceño. Sus amigos, Lucas, Sofía y Tomás, la vieron y decidieron que era momento de actuar.
- “María, ¿por qué estás tan enojada? ” - preguntó Sofía, dándose cuenta de que algo no estaba bien.
- “Sí, te estamos viendo desde hace un rato y parece que nadie te cae bien” - agregó Lucas con un tono cariñoso.
- “No sé, simplemente estoy enfadada con todo, no quiero hablar, ¡dejenme sola! ” - respondió María, sin saber que sus amigos hacían un esfuerzo por entenderla.
Tomás, siempre el más ingenioso del grupo, tuvo una idea brillante.
- “María, ¿y si jugamos a un juego? Se llama ‘Las Emociones’ y es muy divertido. Te va a ayudar a sentirte mejor”.
A María le dio curiosidad, así que los amigos se sentaron todos en un círculo en el suelo.
- “El juego es así, yo empiezo y digo una emoción, por ejemplo, ‘feliz’, y todos tenemos que decir algo que nos haga sentir así” - explicó Tomás con entusiasmo. Entre juegos y risas, María fue sacudiendo poco a poco su mal humor.
- “Está bien, yo empiezo. ‘Triste’”, dijo María con una voz apagada. Todos la miraron expectantes.
- “Ver una película triste,” - dijo Sofía con un suspiro.
- “Cuando no me dejan jugar al fútbol,” - dijo Lucas con una mueca.
- “¡Eso me hace sentir triste también! ” - agregó Tomás. Todos rieron, y de a poco, los malos sentimientos de María comenzaron a alejarse.
Pasaron por más emociones: ‘asustado’, ‘sorprendido’, ‘feliz’ y hasta ‘enfadado’. De a poco, cada vez que compartían, todos se reían y se contagiaban de esos sentimientos.
Finalmente, Sofía propuso una emoción especial.
- “¿Qué tal si hablamos de ‘enfadado’? ”, preguntó dulcemente. María, sintiéndose un poco más liviana, asintió.
- “Me siento enfadada porque… a veces me siento que no me escuchan cuando hablo.”
- “¡Pero claro que te escuchamos! ” - dijo Lucas, mientras ponía su mano en su hombro.
- “Es solo que a veces no sabemos lo que necesitas”, añadió Sofía.
- “Sí, vos siempre tenés buenas ideas, tal vez podríamos hacer un cartel para que todos aprendan a escucharte mejor” - sugirió Tomás, llenando la atmósfera de propuestas.
María sintió una chispa de alegría. Con sus amigos a su lado, se dio cuenta de que juntos podían superar cualquier emoción negativa. La idea de hacer un cartel la emocionó, y rápidamente, la nube negra que había cubierto su corazón se disipó.
De pronto, toda su alma se llenó de colores y risas.
- “¡Eso sí suena divertido! ¡Construyamos el cartel! ”
- “¡Sí! ¡Vamos a hacerlo juntos! ” - exclamaron.
El resto del día lo pasaron criando ideas para el cartel, colaborando y riendo. Al final, en el gran espacio del patio, todos compartieron sus pensamientos sobre la importancia de expresar lo que sienten y cómo es fundamental contar con amigos que te comprendan. La actitud de María cambió por completo, y ella misma no pudo evitar sonreír.
- “Gracias, chicos, por estar siempre para ayudarme” - dijo María, sintiéndose mucho más ligera y feliz. Sus amigos sonrieron, felices de haber ayudado. Sabían a partir de ese día que las emociones son importantes, y que siempre hay un camino para entenderlas. ¡Y así, terminaron el día en alegría, creando más recuerdos juntos!
FIN.