María y el dragón perdido



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Encantoville, una niña llamada María. María era una niña muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras para vivir.

Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, María encontró una extraña puerta escondida entre los árboles. Sin pensarlo dos veces, decidió abrirla para ver qué había detrás. Al abrir la puerta, se encontró con un mundo mágico lleno de colores y criaturas fantásticas.

María estaba maravillada y no podía creer lo que sus ojos veían. Justo en ese momento apareció un simpático duende llamado Benito. Tenía una barba larga y blanca, y llevaba puesto un sombrero puntiagudo.

"¡Hola María! Bienvenida a nuestro mundo mágico", dijo Benito con alegría. "¡Wow! Esto es increíble", exclamó María emocionada. "Sí, Encantoville es un lugar mágico donde todo puede suceder", respondió Benito sonriendo. María exploró cada rincón de Encantoville junto a Benito.

Conoció hadas que volaban entre las flores y unicornios que corrían libremente por los prados. También se hizo amiga de Gigi, una traviesa gata parlante que la acompañaría en todas sus aventuras. Pero la visita de María no sería solo diversión.

Un día, mientras caminaban por el Bosque Encantado, escucharon un llanto desconsolado cerca del lago cristalino. Se acercaron rápidamente y descubrieron que era un pequeño dragón llamado Damián. "¿Qué te pasa, Damián? ¿Por qué lloras?", preguntó María preocupada.

"Perdí mi varita mágica y sin ella no puedo volar", respondió el pequeño dragón sollozando. María y sus amigos decidieron ayudar a Damián a encontrar su varita mágica. Recorrieron todo Encantoville, buscando en cada rincón y preguntando a todos los habitantes del lugar.

Pero la varita parecía haber desaparecido por completo. Frustrados pero determinados, María y sus amigos no se dieron por vencidos. Decidieron hacer una última búsqueda en el Bosque Encantado.

Mientras caminaban entre los árboles, escucharon un ruido extraño cerca de un arbusto. Al acercarse, descubrieron que era una ardilla muy traviesa que había robado la varita de Damián para jugar con ella.

María logró convencer a la ardilla de devolverla y así el pequeño dragón recuperó su poder para volar. Damián estaba tan feliz que decidió llevar a María en un vuelo mágico por todo Encantoville como agradecimiento por su ayuda.

Desde las alturas, María pudo ver lo hermoso que era aquel lugar lleno de magia y alegría. Después de ese maravilloso paseo, María supo que tenía que regresar a casa. Se despidió de todos sus nuevos amigos prometiéndoles volver algún día.

De vuelta en su pueblo, nadie creyó la increíble historia de María sobre Encantoville. Pero eso no le importó. María sabía que había vivido una aventura única y maravillosa, y eso era suficiente para ella. Desde aquel día, María nunca dejó de buscar nuevas aventuras en su vida.

Sabía que el mundo estaba lleno de sorpresas esperando ser descubiertas, solo tenía que estar dispuesta a abrir las puertas a lo desconocido.

Y así, María siguió creciendo y aprendiendo cada día, convirtiéndose en una persona valiente y curiosa que siempre encontraba la magia en los lugares más inesperados. Fin.

FIN.

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