María y el jardín de los sueños



En una soleada mañana, en la escuela del barrio, todos los niños se preparaban para un día especial. Era el día de la exposición de talentos, un evento donde cada uno mostraría lo mejor de sí mismo. María, una niña de 5 años, estaba muy emocionada, pero también un poco nerviosa. Tenía tanto para mostrar, pero apenas sabía cómo expresarlo.

María era una niña pequeña, con cabellos rizados y un corazón lleno de sueños. Siempre había escuchado a su maestra, la Señorita Clara, decir que cada niño era una creación especial, única en su propio estilo.

"María, ¿qué vas a presentar hoy?" -le preguntó su amiga Sofía mientras se alineaban en la fila.

"Estoy pensando en hacer un dibujo, pero no sé si será lo suficientemente bueno" -respondió María con una sonrisa tímida.

"Claro que será bueno. ¡Tu arte siempre es colorido!" -la animó Sofía.

La clase comenzó y todos se mostraron emocionados mostrando sus talentos. Juan hizo un truco de magia, Elena bailó con gracia, y Tomás tocó la guitarra. Cada presentación fue más asombrosa que la anterior. Cuando llegó el momento de María, su corazón palpitaba rápido. La Señorita Clara la llamó.

"Ahora, para cerrar nuestro día, tenemos a María con su creación especial."

María pasó al frente y, con un suspiro profundo, mostró su dibujo de un jardín lleno de flores y colores. Cada flor tenía un rasgo diferente: unas eran grandes, otras pequeñas, algunas brillaban más que otras.

"Este jardín representa a todos mis compañeros de clase. Cada uno es una flor única en este jardín, con colores y formas diferentes. Todos somos especiales a nuestra manera" -explicó María con la voz temblorosa.

La sala quedó en silencio, pero luego todos comenzaron a aplaudir.

"¡Qué lindo!" -gritó Sofía.

"Eres muy creativa, María!" -añadió Juan emocionado.

Sin embargo, justo cuando María se sentía feliz, un niño nuevo llegó a la escuela. Era Lucas, quien se veía nervioso y un poco aislado.

"¿Por qué no se une a nosotros?" -sugirió Sofía.

"Quizás no le guste dibujar o bailar" -respondió María, sintiendo un pequeño nudo en su estómago.

María decidió que quería invitar a Lucas a compartir su jardín.

"Lucas, ¿quieres venir y dibujar con nosotros?

- No sé si puedo... No tengo colores. -dijo Lucas, mirando sus pies.

- No importa, podemos compartir. Todos somos parte de este jardín, y te necesitamos aquí!" -insistió María.

Con la ayuda de sus compañeros, María armó un nuevo dibujo, incluyendo a Lucas en su jardín de sueños. Las flores de Lucas eran diferentes, pero muy hermosas y coloridas.

"¡Mirá, tu flor es la más grande!" -dijo Juan asombrado.

Lucas sonrió por primera vez.

"Nunca pensé que sería parte de algo así" -admitió, sintiéndose agradecido.

"Cada uno de nosotros es especial, y juntos hacemos algo increíble" -expresó María sonriendo.

La exposición terminó con risas y un verdadero sentido de comunidad. Todos aprendieron que, aunque cada uno era diferente, todos tenían un lugar en el jardín. María se sintió orgullosa de sus amigos, porque a través de su dibujo, había logrado unir a todos en un hermoso jardín donde cada flor brillaba con su propia luz.

Desde ese día, la escuela no solo fue un lugar de aprendizaje, sino también un verdadero jardín de sueños donde cada niño brillaba con su propia luz, recordando que todos son creaciones especiales.

Fin.

FIN.

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