María y el Mensaje del Viento



Hace mucho, mucho tiempo, en un lugar llamado Nazaret, vivía una joven muy especial llamada María. María era conocida por su amabilidad, su curiosidad y su amor por la naturaleza. Todos los días, se sentaba en el jardín de su casa, donde flores de colores brillantes y árboles frondosos cantaban con el viento. Un día, mientras María estaba en su casa, algo sorprendente sucedió: un ángel brillante y hermoso apareció.

- ¡Hola, María! - dijo Gabriel, con una voz dulce como el rocío de la mañana.

María se quedó asombrada, sin saber qué decir.

- No temas - continuó Gabriel. - He venido para traerte un mensaje muy importante.

María, todavía aturdida, le preguntó:

- ¿Qué mensaje es tan importante que lo trae un ángel?

- El viento está enojado y se ha llevado todas las hojas de los árboles. Necesita tu ayuda para encontrar la forma de calmarlo - explicó Gabriel.

Intrigada, María sintió que era su deber ayudar y aceptó.

- ¿Cómo puedo ayudar al viento?

Gabriel sonrió y le dio una pequeña pluma dorada.

- Esta pluma tiene el poder de escuchar a quienes no pueden hablar. Ve al bosque y usa la pluma para hablar con el viento.

María tomó la pluma con mucha emoción y salió rápidamente hacia el bosque. Allí, se encontró rodeada de árboles altos y murmullos suaves. Hizo un movimiento con la pluma y llamó al viento.

- ¡Viento, ven aquí!

De pronto, un suave susurro comenzó a rodearla.

- ¿Quién me llama? - inquirió el viento, con un tono juguetón.

- Soy María - respondió con valentía. - He venido a escuchar lo que tienes para decir.

- ¡Ah! Necesito que me entiendan - dijo el viento, un poco frustrado. - Me siento muy solo y mis amigos malos se han marchado. Por eso, me enojo y me llevo las hojas, para hacerme notar.

María se sintió triste al escuchar esto.

- Pero, viento, puedes hacer cosas maravillosas. A veces me haces sentir fresco al jugar, y tus susurros me hacen soñar.

El viento se detuvo por un momento, conmovido por las palabras de María.

- ¿De verdad lo crees?

- Sí - insistió María. - ¿Qué puedes hacer si encuentras a tus amigos?

- Puedo hacer que todos juntos juguemos y creemos melodías en el aire, pero no sé cómo encontrarlos.

María pensó profundamente.

- ¿Qué tal si usas la pluma para invitar a tus amigos a volver? Yo te ayudaré a hacer una hermosa fiesta en el bosque, donde todos puedan reunirse.

El viento se iluminó.

- ¡Eso sería maravilloso! ¡Gracias, María!

Con la ayuda de la pluma dorada, el viento llamó a sus amigos: las nubes, las hojas y incluso las pequeñas brisas. Con cada llamado, el bosque comenzaba a llenarse de colores y sonidos.

María organizó una fiesta impresionante. Preparó adornos de flores, organizó juegos y en el centro había una gran mesa llena de frutas y dulces. Cuando todos llegaron, el viento se sentía feliz, y su risa resonó entre los árboles, más fuerte que nunca.

- ¡Gracias, María! - exclamó el viento. - Ahora sé que no estoy solo. Siempre tendré amigos a mi alrededor.

- Siempre que quieras, puedes hablar conmigo - respondió María. - La amistad es así.

Desde ese día, el viento nunca volvió a estar solo. Aprendió a disfrutar de su compañía y a ser un buen amigo para todos. Y María, con la pluma dorada siempre a la mano, continuó ayudando a aquellos que lo necesitaban a expresar sus sentimientos.

Así fue como María se convirtió en la joven que siempre escuchaba, ayudaba y enseñaba a otros a valorarse y a cuidar de sus emociones. Cuando sintas el viento en tu cara, recuerda la historia de María y su amigo el viento. A veces, lo único que necesitamos es un poco de compañía y una pluma para escuchar lo que hay en el corazón.

Y así, María vivió llena de aventuras y enseñanzas, rodeada de amigos, en un mundo donde todos tenían una voz que contar.

FIN.

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