María y el Misterio de los Dientes Brillantes
Érase una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada María. Ella era conocida por ser la mejor estudiante de su clase. Siempre tenía las respuestas correctas y le encantaba aprender cosas nuevas. Sin embargo, había un pequeño detalle: a María no le gustaba cepillarse los dientes.
Un día soleado, la maestra de María, la señora Pérez, anunció una competencia de conocimientos.
"¡Niños!", exclamó la señora Pérez, "el ganador de la competencia recibirá un libro muy especial sobre los misterios del universo."
Los ojos de María brillaron. ¡Amaba los libros! No podía dejar pasar la oportunidad de ganar uno más. Sin embargo, cuando llegó a su casa y su mamá le recordó que era hora de cepillarse los dientes, su cara se nubló.
"Pero mamá, no quiero cepillarme los dientes. Eso es muy aburrido", protestó María mientras se sentaba en su escritorio a estudiar.
"María, es importante cuidar tus dientes. Si no lo haces, podrías tener problemas más adelante", le explicó su mamá, intentando convencerla.
"Sé que es importante, pero hay tantas cosas interesantes por descubrir, como las galaxias, los dinosaurios y las pirámides", respondió María, sin prestarle atención a su mamá.
Los días pasaron y la competencia se acercaba. María estudió mucho, pero cada vez que su madre le decía que se cepillara los dientes, ella hacía una mueca y se encerraba en su habitación, pensando en todos los conocimientos que estaba acumulando.
La noche de la competencia, María estaba nerviosa. Se puso su mejor vestido, hizo una gran lista de cosas que quería recordar y salió rumbo a la escuela. Cuando llegó, se dio cuenta de que todos sus compañeros estaban muy emocionados. La señora Pérez les explicó las reglas y comenzó el concurso.
"Primera pregunta: ¿Cuál es el planeta más grande del sistema solar?", preguntó la señora Pérez.
María levantó la mano rápidamente.
"¡Júpiter!", contestó entusiasmada.
La competencia avanzaba y María iba ganando. Sin embargo, después de responder correctamente una pregunta sobre las pirámides, sintió un pequeño pinchazo en su boca. Se llevó la mano a la mejilla.
"¿Todo bien, María?", le preguntó su amigo Juan, preocupado.
"Me duele un poco la muela. Creo que fue por el caramelo que comí hoy", dijo María con una sonrisa forzada.
"Quizás deberías haberte cepillado los dientes antes de venir", le sugirió Juan amablemente.
María sintió que su corazón se hundía. En ese momento, se dio cuenta de que había estado ignorando algo muy importante. Continuaron con el concurso, pero cada vez que María respondía una pregunta, sentía el dolor de la muela crecer.
Finalmente, llegó la última pregunta, y con ella la oportunidad de ganar el libro.
"¿Cuál es el nombre de la galaxia en la que vivimos?", preguntó la señora Pérez. María pensó rápidamente.
"¡La Vía Láctea!", respondió, pero el dolor en su muela había crecido tanto que no pudo concentrarse. Con una mueca, se llevó la mano a la boca.
"¿Estás bien, María?", preguntó la maestra con preocupación.
"No, me duele un poco la muela y creo que no me he cepillado bien los dientes en mucho tiempo", susurró ella, sintiéndose avergonzada.
La señora Pérez sonrió y se acercó,
"María, todos tenemos cosas que aprender. No importa cuán inteligente seas, cuidar de tu salud es fundamental. Si quieres ganar el libro y seguir aprendiendo, necesitas cuidar de tus dientes también."
María sintió que la preocupación por su muela la había distraído del concurso. A pesar de que había respondido correctamente a la última pregunta, ella supo que debía hacer un cambio en su vida.
Después de la competencia, donde ganó un hermoso trofeo y el tan ansiado libro, María decidió hacer una promesa.
"Desde hoy, me cepillaré los dientes después de cada comida. Aprendí que no hay nada más importante que cuidar de mi salud para seguir aprendiendo y creciendo", anunció con determinación.
Sus compañeros la aplaudieron y la señora Pérez la felicitó.
"Estoy orgullosa de ti, María. Ese es el espíritu", dijo la maestra.
Desde ese día, María se convirtió en la niña más estudiosa y la más cuidadosa con sus dientes. Cada mañana y cada noche, se cepillaba con entusiasmo mientras leía sobre el espacio y las maravillas del mundo. Y así, aprendió que no solo es importante adquirir conocimientos, sino también cuidar de uno mismo para poder seguir disfrutando de todas las aventuras que la vida le ofrecía.
FIN.