Maria y el perro olvidado



Era un día soleado en el barrio de Villa Esperanza. María, una niña de diez años, disfrutaba de un paseo por el parque cuando, de repente, escuchó un quejido suave. Al mirar hacia el costado del camino, se encontró con un perro pequeño y desaliñado, con ojos tristes que suplicaban ayuda.

"¡Pobrecito! ¿Estás perdido?" - le dijo María, arrodillándose para acercarse al animal.

El perro la miró con desconfianza, pero también con esperanza. María, que amaba a los animales, sintió un nudo en el corazón y decidió que tenía que ayudarlo.

María llevó al perrito, a quien llamó Lucas, a su casa. Sabía que su mamá siempre había dicho que los animales son responsabilidad de todos.

"Mamá, encontré a un perrito abandonado. ¡Por favor, dejame cuidarlo!" - pidió con ilusión.

Su mamá, tras un instante de sorpresa, sonrió y respondió:

"Está bien, María. Pero debes recordar que cuidar de un perro es un compromiso que no se puede tomar a la ligera."

María asintió fervientemente. Desde ese día, María se encargó de Lucas con todo su amor. Lo bañó, le dio de comer, y juntos descubrieron el parque, haciendo que el pequeño perro empezara a recuperar su energía y alegría.

Sin embargo, las cosas no fueron fáciles. A veces, Lucas se escapaba tras algún gato o se negaba a entrar a casa, causando momentos de angustia.

"¡Lucas, ven!" - llamaba María, mientras corría tras él.

Con paciencia y amor, cada día María aprendía más sobre cuidar de Lucas. Le enseñó trucos simples, como sentarse y dar la pata, lo que también le sirvió para reforzar su propio sentido de responsabilidad.

Una tarde, mientras jugaban en el parque, María vio un aviso pegado en un árbol que decía: "Se busca perro perdido, se llama Max, tiene un collar rojo." María se quedó paralizada de la sorpresa. Podría ser Lucas.

"Lucas, ¿serás tú Max?" - le preguntó, mirándolo con preocupación.

Decidida a averiguarlo, María llevó a Lucas a su casa. Ahí, le mostró la foto del perro en el aviso a su mamá.

"Crees que será el mismo perro, mamá?" - le preguntó con el corazón en la mano.

Su mamá, que miraba la imagen, se mostró pensativa:

"Podría ser. Quizás deberías llamar al número del aviso para conocer más sobre él. Pero recuerda, lo más importante es lo que sientes por Lucas ahora."

Al día siguiente, María hizo la llamada y, efectivamente, Max era el nombre del perro que habían perdido. Un mujer le contó que su familia lo extrañaba mucho.

"Amiga, ¿puedo conocer a Max?" - preguntó la mujer con voz entrecortada.

María sintió cómo su corazón se retorcía. Sabía que tenía que tomar una decisión. Lucas había llenado su vida de alegría, pero también comprendía que su hogar era el lugar donde realmente pertenecía.

Finalmente, le explicó a Lucas:

"Querido amigo, creo que es hora de entregarte a tu familia. Aún te quiero, pero sé que serás más feliz con ellos."

Lucas, con mirada triste, lamió la mano de María, como si entendiera su dilema. Con el corazón apretado, María se dirigió a la casa de la mujer.

"Hola, soy María. Lucas... quiero decir, Max... está aquí."

La mujer, con lágrimas de alegría, abrazó a Lucas al instante.

"¡Te hemos estado buscando!"

María sonrió con lágrimas en los ojos. Aunque se sentía triste, también se dio cuenta de que había hecho lo correcto. A veces, el amor significa dejar ir.

"Siempre estarás en mi corazón, Lucas" - susurró mientras lo veía jugar con su nueva familia.

Al regresar a casa, María sabía que había aprendido algo importante sobre la amistad y el amor. Lucas siempre sería parte de su vida, no importa dónde estuviera. En los días siguientes, decidió que ayudar a los animales sería su nueva misión. Comenzó a colaborar en el refugio de animales del barrio.

"¡Hola a todos! Soy María y quiero ayudar. Tengo mucho amor para dar."

Así, María no solo cuidó de Lucas, sino que también sembró esperanza en otros animales que aguardaban un hogar. Y cada vez que iba al parque, miraba al cielo y sonreía, sabiendo que Lucas siempre estaría ahí, en su corazón y en sus recuerdos felices.

FIN.

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