Maria y el Poder de las Letras



Era un día soleado cuando María llegó al Colegio Arcoíris. Con su bastón en una mano y una mochila colmada de libros en braille en la otra, se sentía un poco nerviosa. Era su primer día en un lugar nuevo, y aunque no podía ver, podía sentir el bullicio de los chicos en el patio, jugando y riendo.

Cuando entró al aula, sus compañeros la miraron con curiosidad. María se sentó en su lugar y sacó un libro de su mochila. Las letras en braille eran sus compañeras más fieles. Cuando la maestra, la señora Ana, presentó a María, un murmullo recorrió el salón.

- “Hoy tenemos una nueva compañera, se llama María. Es una niña muy especial que lee en braille”, dijo la señora Ana.

Algunos niños se miraron entre sí. Juan, un niño alto con una gorra roja, levantó la mano.

- “¿Cómo hace para leer sin ver? ”, preguntó, con el ceño fruncido.

María, sintiendo el interés del grupo, sonrió y explicó: - “Con mis dedos, puedo sentir las letras. El braille son puntos que levantan en el papel, y así puedo leer libros.”

Ese día, María se sentó en la mesa de grupo y compartió historias sobre sus aventuras con sus amigos en el barrio y sus libros favoritos. A medida que pasaban los días, algunos compañeros comenzaron a acercarse a ella, curiosos por aprender cómo leer en braille.

Un martes lluvioso, mientras el resto del salón hacía trabajos grupales, Juan se acercó a María.

- “¿Me enseñarías a leer en braille? ”

- “¡Claro! Es muy divertido,” respondió María, emocionada. Así comenzaron a estudiar juntos. Mientras María le enseñaba, Juan se dio cuenta de cuán valiosas eran las letras para su amiga.

Los días se convertían en semanas, y María empezó a sentirse más a gusto. Sin embargo, las cosas cambiaron cuando un nuevo niño, Tomás, llegó al colegio. Al principio, la maestra lo colocó en el grupo con María y Juan. Tomás se mostraba distante y no parecía interesado en unirse a ellos.

Un día, mientras estaban en el patio, Tomás se burló de la forma en que María leía.

- “¿Por qué no puedes ver como todos? Eso es raro.”

- “No soy rara, solo soy diferente”, replicó María sin perder su paciencia.

Juan, que estaba a su lado, se enojó.

- “¡Eso no es justo, Tomás! María tiene un talento único. ¿No sería genial aprender de ella en vez de burlarse? ”

Tomás se quedó en silencio, pero al día siguiente, decidió acercarse a María.

- “¿Podrías enseñarme a leer en braille también? ”

María lo miró sorprendida. - “¡Claro! Pero necesitarás mucha práctica.”

A partir de ese momento, los tres se volvieron inseparables. Tomás aprendió a leer y también comprendió la importancia de tratar a todos con respeto. A su alrededor, los demás chicos comenzaban a interesarse y, poco a poco, el salón se transformó en un ambiente más inclusivo.

Un día, la señora Ana anunció que habría una pequeña función en el colegio para mostrar lo aprendido durante el año. María tuvo una idea brillante.

- “¿Qué les parece si hacemos una lectura en braille para que todos puedan escuchar las historias? ”

Los chicos se entusiasmaron. Se propusieron adaptar una obra clásica y María se encargó de traducir el texto a braille. Todos trabajaron juntos: Juan se encargó de la música y Tomás hizo los decorados.

El día de la función, toda la escuela estaba expectante. María, en el escenario, comenzó a leer en su idioma especial mientras los demás la acompañaban. Un silencio reverente ocupó el lugar. Al finalizar, un aplauso atronador llenó el aula.

- “¡Eres increíble, María! ” exclamó Juan emocionado.

- “¡Lo hicimos juntos! ” respondió ella, con una gran sonrisa en su rostro.

Desde ese día, el Colegio Arcoíris se volvió un lugar donde todos aprendieron a valorar las diferencias y a celebrar la diversidad. María no solo encontró amigos, sino que también enseñó a los demás que la verdadera belleza radica en aceptar y apreciar lo que nos hace únicos.

Fue así como María, la niña que no podía ver, iluminó el camino de muchos con su luz interior.

FIN.

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