María y el Viaje Fantástico a los Pulmones



Era un día soleado en el barrio y María, una niña de ocho años, estaba muy emocionada porque iba a dar un paseo con sus amigos. Mientras arreglaba su mochila, comenzó a sentir un leve cosquilleo en el pecho.

—¡Ay! —dijo María—. ¿Qué será esto?

No le dio mucha importancia y salió a jugar. Pasaron unas horas de risas y juegos, pero a medida que el día avanzaba, el cosquilleo se hizo más incómodo.

—¿Estás bien, María? —le preguntó su mejor amiga, Luisa—. Te veo un poco rara.

—Sí, creo que sólo tengo un poco de frío —respondió ella, forzando una sonrisa. Sin embargo, dentro de ella, algo no estaba bien. Decidió volver a casa un poco antes.

Al llegar, María se sentó en su cama y se puso a pensar. De pronto, un brillo azul apareció en su habitación.

—¡Hola, María! —dijo una pequeña figura que emergía del brillo—. Soy Brio, el Guardian de los Pulmones. Necesitamos tu ayuda.

María, sorprendidísima, exclamó:—¿De qué se trata, Brio?

—Algo ha pasado en tus pulmones. Tienen un pequeño obstáculo que dificulta tu respiración y sin tu ayuda, todo el lugar corre peligro.

María se sintió valiente y decidió que ayudaría.

—¿Qué tengo que hacer? —preguntó, sintiendo la emoción en su voz.

Brio alzó su mano y, mágicamente, un portal se abrió frente a ellos. —¡Vamos! —dijo mientras tomaba la mano de María—.

Ambos saltaron al portal, que los llevó a un mundo lleno de colores vibrantes y formas curiosas. Allí, las células respiratorias eran personitas con sonrisas brillantes, pero se veían preocupadas.

—¡Ayuda! —gritó una célula—. Hay algo atascado en el bronquio grande.

—¿Qué es? —preguntó María con curiosidad.

—Es una bolita de polvo que nos impide respirar bien. —dijo otra célula.

María miró a Brio, quien le sonrió y le dijo:—Tú puedes ayudarlas.

Entonces, María se acercó al bronquio grande, donde vio una pequeña bolita de polvo. Nerviosa pero decidida, dijo:—¡Tengo que sacarla!

Con mucho esfuerzo, María empezó a hacer inhalaciones profundas, como una verdadera respiración. Cada vez que inhalaba, la bolita se movía más cerca de la salida.

—¡Eso es, María! —gritó Brio—. ¡Sigue así!

María continuó respirando hondo y, de repente, la bolita salió volando hacia el aire. Las células comenzaron a aplaudir y a bailar de alegría.

—¡Lo lograste! —gritó una de las células—. ¡Gracias, María! Ahora podemos respirar libremente de nuevo.

Pero, justo cuando María se iba a sentir feliz, notó algo extraño. En el horizonte, apareció una nube oscura que parecía acercarse rápidamente.

—¡¿Qué es eso? ! —preguntó alarmada.

—Es polvo y contaminación —respondió Brio—. Si no hacemos algo, todo el aire se contaminará nuevamente.

María se sintió muy preocupada, pero recordó la alegría que había sentido al ayudar a las células.

—Debemos encontrar la manera de limpiar el aire —dijo con determinación—.

—Sí, ¡pero debemos hacerlo rápido! —exclamó Brio—. Vamos a reunir a todos los Guardianes de los Pulmones.

María y Brio reunieron a las células y juntos, idearon un plan. Entonces, las células se alinearon y comenzaron a hacer inhalaciones profundas junto con María.

A medida que respiraban, un remolino de aire fresco comenzó a girar, empujando la nube oscura hacia atrás. María sonrió al ver que estaban funcionando.

—¡Sigan así! —se animó María—. ¡Esfuércense!

Con un último esfuerzo, la nube se disolvió, dejando el aire limpio y fresco. Las células comenzaron a danzar nuevamente en un juego de alegría.

—¡Lo logramos! —gritó Brio.

María sintió una gran satisfacción y, cuando se dio cuenta de que todo estaba bien, el brillo azul volvió a envolverla y la llevó de regreso a su cuarto.

Al abrir los ojos, se encontraba en su cama, pero sintiéndose más fuerte y llena de energía. Sabía que había hecho algo muy importante.

María sonrió y se prometió cuidar siempre de su salud, y que si alguna vez algo raro le pasaba a su cuerpo, no dudaría en buscar ayuda.

Desde ese día, nunca dejó de contarles a sus amigos sobre sus increíbles aventuras dentro de los pulmones, y también les enseñó sobre la importancia de respirar bien y cuidar el aire que todos compartimos.

—Recuerden siempre, chicos —les dijo—. ¡Cada respiración cuenta!

FIN.

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