María y la Aventura de los Cuentos Perdidos
Era una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoíris, donde vivía una niña inquieta y llena de energía llamada María. María no podía quedarse quieta ni un instante; siempre estaba corriendo, saltando y bromeando. A veces, sus maestra y sus amigos se cansaban de intentar hacerla concentrarse.
Un día, mientras jugueteaba en el parque, encontró un libro antiguo tirado bajo un árbol. Con curiosidad, se acercó y lo levantó. El libro estaba cubierto de polvo y tenía hojas amarillas, pero lo que más le llamó la atención era que el título decía: "Los Cuentos Perdidos".
"¿Qué será esto?" - se preguntó María, sin poder resistir la tentación de abrirlo.
Al abrir el libro, un brillo mágico salió y la envolvió. En un instante, se vio transportada a un mundo de cuentos, donde se encontró con personajes de historias que había escuchado de pequeña. Era un lugar lleno de colores, árboles que hablaban y flores que cantaban.
Primero, se encontró con una tortuga llamada Teodoro.
"Hola, María. Te he estado esperando. Necesitamos ayuda. Los cuentos se han perdido y sin ellos, nuestro mundo se desvanecerá." - dijo Teodoro, moviendo su cabeza de un lado a otro.
María, entusiasmada, preguntó:
"¿Cómo puedo ayudar?"
"Para encontrar los cuentos, debes completar tres desafíos que pondrán a prueba tu capacidad de atención y concentración. Si lo logras, recuperarás las historias perdidas y salvarás nuestro mundo.” - respondió Teodoro.
María se sintió un poco nerviosa pero estaba decidida a ayudar. El primer desafío era en el Bosque de los Susurros, donde debía escuchar y repetir un canto de pajaritos. Al principio, se distrajo con movimientos del viento y las mariposas, pero se recordó a sí misma que debía concentrarse y prestar atención a los sonidos. Finalmente, logró repetir la canción con los pájaros, y de inmediato, una luz brillante iluminó el bosque, y un cuento apareció en el aire.
"¡Lo logré!" - gritó María emocionada. "¿Qué sigue?"
Su siguiente reto era cruzar el Lago de las Reflexiones sin distraerse por las olas que hacían caminos divertidos en el agua. María se concentró en mantener su mirada fija en su destino, y aunque las olas la tentaron a jugar, ella logró cruzar sin desviar su atención. El lago se iluminó y el siguiente cuento emergió de sus aguas.
"¡Voy muy bien!" - exclamó, llena de energía.
El último desafío estaba en la Montaña de la Paciencia, donde debía armar un rompecabezas gigante. La montaña era muy alta y tenía muchos caminos. María se sintió fatigada y tentada a rendirse, pero recordó los cuentos que había recuperado. Sentándose en una roca, se tomó un momento para respirar y pensar. Con paciencia, empezó a unir las piezas del rompecabezas una a una, y pronto, el rompecabezas se completó.
"¡Sí!" - gritó, con alegría. De repente, un viento fresco sopló, y el último cuento flotó hacia ella, llenando el aire de historias.
Teodoro apareció junto a ella y le dijo:
"Has hecho un gran trabajo, María. Pero lo más importante que aprendiste fue a concentrarte y a prestar atención. No sólo para salvarnos, sino también en tu vida diaria. Los cuentos perdidos ahora están aquí y volverán a brillar en tu mundo.”
María sonrió, sintiéndose orgullosa y feliz. Con un último parpadeo, el brillo mágico la llevó de vuelta al parque, donde el libro de cuentos aún estaba en el suelo.
Desde ese día, María se volvió una niña más atenta y concentrada. Aunque todavía era inquieta, sabía que podía lograr muchas cosas valiosas si se dedicaba a prestar atención. Además, siempre llevaba el libro de los cuentos consigo, recordando así la mágica aventura que había vivido.
Y así, en el pequeño pueblo de Arcoíris, María no solo recuperó cuentos perdidos, sino que también encontró el poder de la atención y de las historias que vivían dentro de ella.
FIN.