María y la Noche de los Miedos



Era una vez una niña llamada María que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques oscuros. María era una niña curiosa y valiente, pero había algo que la aterraba: la noche. Cada vez que el sol se ponía y la luna iluminar empezaban a aparecer sombras extrañas que hacían temblar su corazoncito.

Una noche, mientras sus padres le contaban historias en la casa, María no pudo evitar preguntar:

"Mamá, ¿por qué las sombras de la noche me asustan tanto?"

"Querida María, a veces los miedos son solo cosas que nuestra mente crea. Hay que enfrentarlos para ver qué hay detrás de ellos."

María miró a sus padres y asintió, pero la idea de enfrentar a sus miedos la llenaba de dudas. Esa noche, mientras todos dormían, decidió escaparse a un lugar cerca del río, donde la luna brillaba con fuerza.

Cuando llegó, se sentó en la orilla y escuchó el murmullo del agua. De repente, vio una figura que se acercaba:

"¿Quién está ahí?" - preguntó María, temblando un poco.

La figura se acercó más y María se dio cuenta de que era una pequeña bruja llamada Lila, con un sombrero puntiagudo y una varita mágica que brillaba en la oscuridad.

"No tengas miedo, soy Lila, la brujita de la noche. Estoy aquí para ayudarte a enfrentar tus temores."

María, sorprendida pero intrigada, le dijo:

"Pero... ¿cómo puedo enfrentar mis miedos?"

Lila sonrió y dijo:

"Ven conmigo, tengo un truco que quizás te ayude. Vamos a recorrer la noche y conocer a los seres que viven en ella."

Ambas se adentraron en el bosque y María empezó a escuchar sonidos que antes la asustaban. Lila tocó su varita y, de repente, los árboles comenzaron a cobrar vida. La brisa hizo que las hojas cantaran y se unieron en una melodía alegre.

"Mirá, María, no todos los ruidos son malos. Son amigos que quieren jugar contigo."

María empezó a reír, y su miedo se desvaneció un poco. Luego, se encontraron con un búho sabio, que le dijo:

"La noche es un hermoso lugar, María. Explorarla puede traerte sorpresas maravillosas si te atreves a hacerlo."

"¿En serio?" - preguntó María, sintiéndose más confiada.

"Sí, pero solo si aprendes a ver más allá de tus miedos. La esencia de la noche está llena de luces y vida."

A medida que exploraban, conocieron a criaturas nocturnas como luciérnagas que danzaban alrededor, un grupo de ratones que contaban historias divertidas, y hasta a un viejo árbol que le contaba cuentos antiguos.

"¿Ves, María?" - dijo Lila. "Todos tienen algo especial que ofrecer."

María, ya divertida y emocionada, comprendió la lección:

"Los miedos no son tan grandes cuando aprendemos a conocerlos y valorarlos."

Después de un rato, Lila dijo:

"Ahora que ya lo sabes, es hora de volver a casa, pero recuerda, cada vez que sientas miedo, usa tu imaginación y verás que la noche puede ser tu amiga."

María prometió hacerle caso y, visiblemente más tranquila, regresó a su casa. Al llegar, sus papás la estaban buscando un poco preocupados.

"¿Dónde estuviste, María?" - preguntó su madre aliviada.

"Exploré la noche y conocí a una bruja que me enseñó a enfrentar mis miedos. Ahora sé que no hay que temer a la oscuridad."

Sus padres sonrieron, sintiéndose orgullosos de la valentía de su hija. Desde aquel día, María ya no sintió miedo al caer la noche. En vez de eso, esperaba la llegada de la luna para salir y descubrir las maravillas que la oscuridad le traía junto a sus amigos del bosque, llenando su corazón de nuevas historias y aventuras.

Y así, la pequeña María aprendió que a veces, lo que más tememos puede convertirse en algo hermoso si tenemos la valentía de enfrentarlo.

FIN.

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