María y su Aventura en la Ciudad
María era una niña que vivía en el campo, rodeada de naturaleza y animales. Cada mañana, se despertaba con el canto de los pájaros y el murmullo del río. Pero un día, su familia decidió mudarse a la ciudad. María se sintió un poco triste, pero también emocionada por las nuevas aventuras que la esperaban.
Cuando llegó a la ciudad, María se encontró con un lugar completamente diferente. La escuela era enorme, con muchos más alumnos de los que había en su escuela de campo. El primer día, mientras todos estaban en el patio, sus compañeros la miraron con curiosidad.
"¿Sos la nueva?" - le preguntó Lucía, una niña de trenzas rubias.
"Sí, me llamo María. Vengo del campo" - respondió tímidamente María.
"¿Del campo? ¡Qué genial! ¿Tenés animales?" - exclamó Pablo, un niño que siempre estaba con una pelota.
María sonrió y empezó a contarles sobre su vida. Les habló de sus gallinas, su perro llamado Lucas y del granero donde ayudaba a su papá. Los ojos de sus compañeros brillaban de asombro.
"¡Nunca vi una gallina!" - dijo Clara.
La curiosidad era tan grande que decidieron organizar una mañana en la que María compartiría cómo era realmente vivir en el campo.
El día señalado, todos estaban ansiosos. María llegó con algunas fotos de su hogar. Comenzó a explicarles cómo se levantaba al amanecer, cómo recogía huevos, y hasta mostró un video donde su familia hacía una gran fogata y cocinaban malvaviscos.
"¡Increíble!" - gritó Tomás. "Eso se ve muy divertido".
Sin embargo, mientras todos estaban entusiasmados, María notó que algo extraño estaba sucediendo. Algunos niños se estaban burlando de ella por ser diferente.
"¿Por qué no tenés internet como nosotros?" - dijo alguien entre risas.
María sintió un nudo en la garganta. ¿Por qué ser de un lugar diferente era motivo de burlas? En ese momento, decidió que tenía que actuar.
La siguiente semana, organizó un día de campo en la escuela. Convenció a su maestra para que llevaran a los chicos a una granja cercana a la ciudad. La maestra, impresionada por la idea de María, accedió con entusiasmo.
El día de la salida, los niños estaban emocionados. Cuando llegaron a la granja, los ojos de mis compañeros se iluminaban al ver a los animales.
"¡Mirá! ¡Una vaca!" - gritó Clara, mientras corría hacia un gran animal blanco y negro.
"¿Puedo acariciarla?" - preguntó Pablo mientras se acercaba con cuidado.
María sonrió, viendo cómo la experiencia del campo estaba abriendo las mentes de sus compañeros.
Fue un día lleno de risas, juegos y sobre todo, de aprendizaje. Todos se dieron cuenta de que las diferencias entre ellos eran lo que hacía su amistad más interesante.
Después de la excursión, María sintió que ya no estaba sola en la ciudad. Sus compañeros la aceptaron tal como era, y juntos comenzaron a descubrir las maravillas de su nuevo entorno.
Además, cada semana, María y sus amigos organizaron un encuentro en el que cada uno contaría sobre su vida y su hogar, descubriendo juntos que cada lugar tiene su belleza y sus historias únicas.
Al final del año escolar, María miró por la ventana de su salón de clases, y se sintió feliz de saber que el campo y la ciudad podían convivir en su corazón. Había aprendido que lo más importante no era de dónde venías, sino la amistad, el respeto y la curiosidad por conocer lo diferente.
"Saben una cosa" - les dijo un día a sus amigos. "En cada rincón del mundo hay algo maravilloso esperando a ser descubierto".
Y así, María no solo se adaptó a la vida en la ciudad, sino que también ayudó a sus amigos a abrir sus ojos y corazones al diverso y colorido mundo que les rodeaba.
FIN.