Mariana y la paz en su país



Mariana vivía en un país donde las guerras y conflictos eran constantes. Las explosiones y disparos eran el sonido cotidiano que atormentaba a la población. Mariana había crecido entre el miedo y la incertidumbre. Su infancia se vio marcada por la tristeza y la desesperanza. Sin embargo, a pesar de todo, Mariana nunca perdió la esperanza de que su país pudiera vivir en paz un día. Un día, algo extraordinario sucedió en su país. Los líderes de ambas partes en conflicto decidieron sentarse a negociar en busca de una solución pacífica. La noticia llenó de esperanza a Mariana y a todos los habitantes de su país.

Mariana se encontraba jugando en el parque cuando escuchó a sus padres hablar sobre el histórico acuerdo de paz que se estaba gestando. Al enterarse, no pudo contener la emoción. -¡Papá, mamá! ¿Es cierto que finalmente habrá paz en nuestro país? -preguntó Mariana con los ojos brillando de alegría. -Sí, mi amor. Parece que finalmente las cosas van a cambiar para bien -respondió su papá con una sonrisa. Mariana no podía contener la emoción, y corrió a abrazar a sus padres, sintiendo en su corazón una alegría inmensa.

Los días pasaron y las negociaciones avanzaban. Mariana observaba con asombro cómo las diferencias que habían causado tanto sufrimiento finalmente estaban siendo dejadas de lado en favor de la paz. La noticias de los avances en las negociaciones se esparcían como fuego, y la esperanza y la alegría volvían a iluminar las calles y los hogares.

La noche en la que se firmó el acuerdo de paz, Mariana y su familia salieron a la calle junto a sus vecinos para celebrar. Todos llevaban velas encendidas y carteles con mensajes de paz y reconciliación. En el cielo, los fuegos artificiales iluminaban la oscuridad, simbolizando un nuevo comienzo para su país. Mariana sintió una gran emoción al ser testigo de aquel momento histórico. -¡Mamá, papá! ¿Puedo guardar una de las velas como recuerdo de este día? -pidió Mariana con entusiasmo. Sus padres asintieron, complacidos por la ingenua petición de su hija.

Desde ese día, la vida en el país de Mariana cambió drásticamente. Las escuelas, antes abandonadas por miedo a los ataques, volvieron a abrir. Los parques se llenaron de risas y juegos, y las calles dejaron de ser un lugar peligroso. Mariana y sus amigos podían jugar libremente sin temor, y fue entonces cuando ella entendió que la paz traía consigo no solo la ausencia de guerra, sino también la oportunidad de crecer y ser feliz. Mariana guardó aquella vela como un símbolo de esperanza y como un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la luz puede abrirse paso. Ella sabía que, a partir de ese momento, su país se encaminaba hacia un futuro mejor, y estaba decidida a ser parte de ese cambio.

Y así, Mariana creció con la certeza de que, a pesar de las adversidades, la paz siempre puede abrirse paso si se cultiva en los corazones de las personas.

FIN.

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