Mariángeles y el Expreso de la Imaginación
Era una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una maestra mágica llamada Mariángeles, a quien todos los niños y niñas adoraban. Cada mañana, los pequeños esperaban con ansias su llegada, porque sabían que ella les llevaría a un nuevo mundo lleno de sorpresas. En su aula, el aire siempre olía a aventura, y las paredes estaban cubiertas de dibujos de todos los lugares que habían visitado.
Un día, Mariángeles entró al aula con una sonrisa deslumbrante.
"Buenos días, mis pequeños aventureros. Hoy vamos a convertirnos en cocineros del espacio. ¿Listos para la aventura?"
Los niños gritaban de emoción, sus ojos brillando con la promesa de lo que estaba por venir.
"¡Síii!"
Mariángeles movió su varita mágica y la clase se transformó en una cocina gigantesca flotando entre las estrellas, llena de ingredientes brillantes que levitaban.
"Hoy cocinaremos galletas de meteorito, el postre favorito de los astronautas. Comencemos a mezclar los ingredientes. ¿Quién quiere ser el primero?"
Sofía levantó la mano ansiosamente.
"¡Yo, yo quiero!"
Mientras cocinaban, una alerta sonarizó en la cocina.
"¡Oh no! La nave espacial se está sobrecalentando. Necesitamos enfriarla con nuestras galletas mágicas. ¿Quién tiene una idea?"
Raúl levantó la mano rápidamente.
"¡Podemos espolvorear azúcar estelar sobre ellas!"
Mariángeles sonrió.
"¡Gran idea! Vamos a hacerlo juntos, todos a mezclar. ¡A la cuenta de tres!"
El ruido de risas y emoción llenó el aire mientras trabajaban en equipo para crear las galletas. De repente, un niño pequeño, Diego, se dio cuenta de que algo extraño estaba sucediendo.
"Maestra, las galletas están volando hacia el espacio. ¡Son demasiado ligeras!"
"Es cierto, Diego. ¡Usaremos polvo de gravedad para que caigan!"
Después de varios intentos fallidos, finalmente lograron agregar el polvo correcto y las galletas aterrizaron suavemente. La clase estalló en un aplauso.
"¡Lo logramos!"
Exclamó Mariana con entusiasmo.
"Ahora sólo falta hornearlas," agregó Lucas.
Entonces, el horno comenzó a brillar intensamente.
"Parece que las haremos al estilo cósmico. ¡Avancemos!"
Las galletas comenzaron a bailar dentro del horno hasta que un estruendo resonó en el aire.
"¿Qué fue eso?"
Preguntó Camila, un poco asustada.
"¡Es el hornito! ¡Parece que está teniendo una fiesta de galletas!"
Mariángeles se rió felizmente.
"¡Vamos a bailar junto a las galletas!"
Juntos, comenzaron a bailar al ritmo de una música cósmica, pero de repente, la aventura dio un giro. La cocina empezó a moverse y se encontraron en un bosque encantado.
"¡Eh! ¿Dónde estamos?"
Gritó Pablo en un arrebato de sorpresa.
"¡Esto es increíble! Ahora somos criaturas diminutas en un bosque mágico."
"¿Y las galletas?"
Preguntó Valentina.
"¡No se preocupen, aún debemos encontrarlas!"
"¡Vamos! ¡A buscar las galletas!"
Corrieron entre enormes flores y plantas, tratando de seguir el aroma de las galletas que ahora olían a caramelos. En su búsqueda, se encontraron con un grupo de simpáticas criaturas que les ofrecieron ayuda.
"¡Sigan a las hadas! Ellas saben dónde están sus galletas. Pero deben compartirlas con nosotros también!"
Decía una pequeña hada con alas brillantes.
Cada uno de ellos se comprometió a compartir.
"¡Claro! Si logramos encontrarlas, haremos una fiesta para todos."
Las criaturas acordaron acompañarlos y, juntos, comenzaron la búsqueda, ayudando a los niños a descubrir el mágico poder de compartir.
Finalmente, encontraron las galletas en un claro del bosque lleno de luz.
"¡Las galletas!"
Gritaron todos al unísono.
Sin embargo, cuando las probaron, se dieron cuenta de que eran muy diferentes a lo que esperaban.
"¡Son deliciosas!"
Dijo uno de los conejos mágicos.
"¡Las galletas de meteorito son un éxito!"
Los niños aprendieron sobre la importancia de la aventura, el trabajo en equipo y el compartir. Al final del día, Mariángeles los llevó de vuelta a la clase.
"Recuerden, cada día puede ser una aventura, pero la verdadera magia es vivirla junto a amigos. ¡Hasta mañana!"
"¡Adiós, Mariángeles! ¡Gracias por el mejor día!"
Y así, un día tras otro, la aventura seguía, creando un mundo donde la magia y el aprendizaje nunca terminaban.
FIN.