Marianito y sus nuevos hábitos



En un pequeño barrio de la ciudad, vivía un niño llamado Marianito. Era un chico muy divertido, pero tenía algunos malos hábitos que le traían problemas. Siempre llegaba tarde al colegio porque se pasaba horas jugando videojuegos en vez de hacer su tarea.

Un día, mientras jugaba, escuchó un ruido extraño en el jardín. Intrigado, salió a ver qué ocurría. Al asomarse, se encontró con su vecino Don Ricardo, que estaba regando las plantas y escuchando música.

"¡Hola, Marianito! ¿Te gustaría ayudarme con estas flores?" - le preguntó Don Ricardo con una gran sonrisa.

"No, gracias. Prefiero jugar a la consola" - respondió Marianito, algo desinteresado.

"Está bien, pero ¿sabías que cuidar un jardín también puede ser divertido?" - insistió Don Ricardo.

Al escuchar esto, Marianito frunció el ceño, pero decidió volver a su videojuego. Sin embargo, mientras le daba a los botones, se dio cuenta de que los colores del juego no eran tan vibrantes como antes. Entonces decidió pasar un rato afuera.

Cuando salió, vio a Don Ricardo trabajando en su jardín. La tierra, las flores y el canto de los pájaros lo dejaron pensativo.

"¿Sabés qué? Tal vez... podría intentar un poco de jardinería" - pensó Marianito en voz alta.

Y así fue como comenzó a ayudar a Don Ricardo en sus momentos libres. Descubrió que plantar semillas y verlas crecer era como jugar un videojuego, pero más real. Con cada planta que crecía, sentía una satisfacción distinta.

Un día, mientras regaban juntos, Don Ricardo le contó: "Cuidar un jardín requiere paciencia, pero es muy gratificante. Como los buenos hábitos, uno debe entrenarse poco a poco".

Marianito frunció el ceño. "¿Buenos hábitos? ¿De qué estás hablando?"

"Por ejemplo, levantarse temprano, hacer la tarea, jugar al aire libre. Cuando uno cuida de sí mismo y de los demás, ¡todo mejora!" - explicó Don Ricardo.

Esa noche, Marianito reflexionó sobre lo que había aprendido. Al día siguiente, decidió levantarse más temprano. Terminó su tarea, y tras eso, salió a jugar al jardín en vez de encerrarse frente a la consola.

Sus amigos lo notaron. "¡Marianito, estás diferente! Mirá, podés jugar con nosotros y luego volvés a ayudar al viejo Ricardo" - le dijo su amigo Julián.

"Sí, estoy descubriendo cosas nuevas" - respondió Marianito con una sonrisa, sintiéndose más feliz.

Con el pasar de las semanas, Marianito comenzó a adoptar más buenos hábitos. Se aseguraba de terminar su tarea antes de jugar, ayudaba a su madre a preparar la comida, y hasta fue invitado a un torneo de ajedrez en la escuela. Con cada nuevo paso, su vida cambiaba para mejor.

Un día decidió que quería organizar un pequeño evento para compartir lo que había aprendido.

"¿Y si hacemos una fiesta en el jardín de Don Ricardo?" - sugirió a sus amigos. Todos aceptaron y comenzaron a planearlo juntos.

"¡Increíble idea, Marianito!" - dijo Julián mientras se llenaba de entusiasmo.

Llegó el día de la fiesta y Marianito presentó su rincón del jardín. Decidió hacerlo un espacio para compartir conocimientos sobre buenos hábitos. Algunos amigos llevaron juegos al aire libre, otros llevaron onces saludables y a Marianito se le ocurrió poner un rincón de jardinería.

Cuando todo estuvo preparado, Don Ricardo les dio la bienvenida.

"¡Hola chicos! Es hermoso ver cómo han crecido, igual que el jardín".

Marianito sonrió y se dio cuenta de que todos estaban disfrutando de los buenos hábitos que él había empezado a practicar. Al final del día, se sintió como un verdadero protagonista de su propia historia.

"Gracias, Don Ricardo. ¡Me alegra haberme animado a aprender!" - le dijo Marianito.

"A veces, el primer paso es el más difícil, pero siempre hay recompensas tras la perseverancia" - respondió el anciano, guiñando un ojo.

Y desde ese día, Marianito se convirtió en un ferviente defensor de los buenos hábitos, inspirando a sus amigos y familiares a seguir su ejemplo. Su vida, llena de colores y risas, vivió feliz y rodeado de hermosas flores en el jardín de su amigo.

Y así, Marianito aprendió que cambiar los malos hábitos por buenos no solo trae beneficios, sino que también puede ser muy divertido. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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