Mariany y el Sueño del Balón



Había una vez una niña llamada Mariany, que vivía en un pequeño pueblo de Argentina. Desde muy chiquita, Mariany miraba emocionada los partidos de básquet en la televisión y soñaba con ser una gran basquetbolista. Cada vez que el jugador de su equipo favorito, el "Gran Tigre", encestaba un triple, ella saltaba de la alegría. Entonces, decidió que quería imitarlo.

Un día, mientras jugaba en el parque, vio a un grupo de chicos practicando en la cancha. Mariany se acercó y les dijo:

"¡Hola! ¿Puedo jugar con ustedes?"

Los chicos la miraron de arriba abajo y uno de ellos, llamado Lucas, respondió:

"No sé, parece que no sabes jugar. ¿No es para chicas el básquet?"

Mariany sintió que le dolía el corazón, pero no se dio por vencida. En lugar de marcharse, sonrió y dijo:

"Puedo aprender. ¡Déjenme probar!"

Los chicos se rieron, pero Mariany decidió que no iba a rendirse. En su casa, le pidió a su papá una pelota y un aro. Esa noche, practicó todo lo que pudo en su patio, lanzando la pelota y corriendo de un lado a otro, imaginándose en la cancha.

Al día siguiente, regresó al parque. Cuando llegó, ya había más chicos, incluyendo a Lucas. Ella se acercó y dijo:

"Hola, soy Mariany. Estoy aprendiendo a jugar. ¿Puedo unirme?"

Lucas la miró con sorpresa y dijo:

"¿Aún sigues con eso?"

Mariany, llena de determinación, le respondió:

"Sí, quiero ser una gran basquetbolista. Y por eso, necesito practicar."

Los chicos se rieron de nuevo, pero entonces un viejo entrenador, el señor Ramón, se acercó al grupo. Había estado viendo a Mariany y decidió intervenir:

"¡Hola, chicos! ¿Qué pasa aquí?"

"Queremos jugar, pero no dejan a Mariany jugar porque es chica", explicó Lucas.

El señor Ramón sonrió y dijo:

"El básquet es para todos, no importa el género. Si Mariany quiere jugar, que juegue."

Mariany sintió un rayo de esperanza y se unió a ellos. Aunque al principio no encestaba, se esforzaba mucho. Días pasaron y ella fue repetidamente al parque, aprendiendo más sobre el juego. Se dio cuenta que se necesitaban más cosas que solo encestar, como el trabajo en equipo y la solidaridad.

Un día, mientras practicaban, los chicos decidieron hacer un torneo local. Lucas se acercó a Mariany y le dijo:

"¿Te gustaría ser parte de nuestro equipo?"

Mariany no podía creerlo. Con una sonrisa de oreja a oreja, respondió:

"¡Sí! ¡Me encantaría!"

El día del torneo, Mariany se preparó con nerviosismo. Cuando entraron a la cancha, la multitud aplaudía, pero también escuchó murmullos que la hacían dudar:

"¿Una chica jugando al básquet?"

Pero cuando el partido comenzó, Mariany demostró lo que había aprendido. En una jugada decisiva, cuando su equipo estaba por perder, recibió el balón. Miró al aro, tomó aire y lanzó. ¡La pelota entró!

El público estalló en aplausos, y sus compañeros la levantaron en victoria. Al final del torneo su equipo quedó en segundo lugar, pero Mariany se sentía como la campeona del mundo.

Cuando regresó a casa, escribió en su diario: "Hoy demostré que los sueños se pueden alcanzar si trabajamos duro y creemos en nosotros mismos, no importa si somos chicos o chicas".

Y así, Mariany siguió practicando cada día, sin rendirse nunca y inspirando a otros a hacer lo mismo. Con los años, se convirtió en una destacada basquetbolista, y siempre recordaba a aquellos chicos que una vez dudaron de ella.

Y no solo inspiró a otros a jugar al básquet, sino también a perseguir sus sueños, sin importar las dificultades. Porque una vez que crees en ti mismo, ¡todo es posible!

Mariany sabía que el verdadero triunfo no estuvo solo en los partidos ganados, sino en la amistad, la perseverancia y el amor por el deporte que había cultivado a lo largo del camino.

FIN.

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