Marina y el Gatito Perdido
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía una niña llamada Marina. Era de baja estatura, tenía ojos cafés y pelo corto. Marina disfrutaba de su propio mundo, llenándolo de cuentos y aventuras imaginarias. Pasaba la mayor parte de su tiempo jugando sola, ya que le costaba pedir ayuda incluso cuando quería compartir sus ideas.
Un día, mientras exploraba el parque cercano, se topó con algo que cambiaría su vida: un pequeño gatito de ojos brillantes y pelaje atigrado.
"Hola, pequeño. ¿Te gustaría venir a vivir conmigo?" - dijo Marina con una sonrisa.
Decidió llamarlo “Rayito”. Con gran entusiasmo, le diseñó una casa en el parque utilizando cajas de cartón y hojas secas.
"Esta es tu nueva casita, Rayito. Siempre tendrás un lugar especial aquí" - explicó mientras decoraba la casa con flores.
Después del colegio, Marina corría al parque, donde jugaba y alimentaba a su nuevo amigo. Su corazón se llenaba de alegría cada vez que el gatito se acercaba a ella, ronroneando de felicidad.
Sin embargo, un día, tras llegar al parque, Marina no encontró a Rayito. Buscó en cada rincón, llorando suavemente.
"Rayito, ¿dónde estás?" - gritó con voz temblorosa.
Pasaron los minutos y Marina sintió que la tristeza la ahogaba. Era la primera vez que se sentía tan sola y vulnerable, y comprendió que quizás pedir ayuda podría ser la solución.
Con un nudo en la garganta, se acercó a un grupo de niños que jugaban cerca.
"Hola, soy Marina. ¿Han visto a un gatito pequeño?" - preguntó tímidamente.
Los niños se miraron, y uno de ellos, Tomás, respondió:
"No, pero podemos ayudarte a buscarlo. ¿Qué características tiene?"
Marina describió a Rayito con más entusiasmo de lo que creía, sintiéndose cada vez más cómoda.
"Es atigrado y tiene ojos brillantes, ¡necesitamos encontrarlo!"
Los niños decidieron dividirse en grupos. Marina también se unió para ayudar. La búsqueda fue intensa y, aunque el sol comenzaba a ocultarse, ellos no se dieron por vencidos.
Caminando por el parque, Marina notó que el ambiente se llenaba de risas y camaradería. Por primera vez, se sintió parte de un equipo.
Finalmente, un niño del grupo gritó:
"¡Lo encontré! Está en un árbol, ¡Rayito!"
Marina corrió rápidamente hacia el árbol y vio a su gatito atrapado entre las ramas, maullando.
"Rayito, ¡estás aquí!" - exclamó, con lágrimas de felicidad deslizándose por sus mejillas.
Con la ayuda de los demás, lograron bajar a Rayito y, al soltarlo en el suelo, él corrió hacia Marina.
"¡Gracias, chicos! No puedo creer que los haya conocido a ustedes. Nunca pensé que pedir ayuda sería tan importante" - dijo, abrazando a Rayito con fuerza.
Desde ese día, Marina no solo se hizo amiga de Rayito, sino también de los niños del parque. Aprendió que a veces, abrirse y pedir ayuda puede llevar a nuevas amistades y a grandes aventuras.
Así, Marina y sus nuevos amigos continuaron explorando el parque juntos, disfrutando de risas, juegos y, por supuesto, cada vez que podían, de las travesuras de Rayito. Y lo más importante, Marina nunca olvidó que la unión hace la fuerza.
FIN.