Marina y el valor de los desafíos


Había una vez una niña llamada Marina, que era increíblemente inteligente. Desde muy pequeña, demostró tener un talento especial para aprender cosas nuevas y resolver problemas difíciles.

Pero había algo que la avergonzaba profundamente: hablar en inglés cuando estaba de viaje en el extranjero. Marina vivía en Argentina con su familia, pero cada verano se iban de vacaciones a diferentes países para conocer nuevas culturas y lugares maravillosos.

A pesar de su timidez al hablar inglés, Marina amaba viajar y descubrir cosas emocionantes. Un día, la familia decidió visitar Estados Unidos. Marina estaba emocionada por conocer Nueva York y sus rascacielos imponentes.

Pero también sentía un nudo en el estómago pensando en tener que comunicarse en inglés. Al llegar a Nueva York, Marina notó lo diferente que era todo. Las calles estaban llenas de gente hablando rápidamente en inglés y los carteles eran escritos con letras que ella no entendía del todo bien.

Durante los primeros días, Marina se mantuvo callada, observando todo a su alrededor sin atreverse a decir una palabra en inglés.

Sus padres trataban de animarla diciéndole que no tenía nada de qué preocuparse y que todos cometían errores al aprender un nuevo idioma. Una tarde soleada mientras paseaban por Central Park, Marina escuchó risas provenientes de un grupo de niños jugando fútbol cerca de allí.

Uno de ellos se acercó a ella y le preguntó si quería jugar con ellos. Marina sintió ganas de aceptar la invitación pero tuvo miedo de no poder comunicarse bien. Sin embargo, decidió dar un paso adelante y enfrentar su temor.

Con una sonrisa valiente, respondió en inglés: "¡Sí, me encantaría jugar con ustedes!". Los niños se sorprendieron al escucharla hablar en inglés y la aceptaron de inmediato. Marina descubrió que todos cometían errores al hablar y que lo importante era intentarlo sin miedo.

A medida que los días pasaban, Marina fue perdiendo el temor a hablar en inglés. Se dio cuenta de que estaba rodeada de personas dispuestas a ayudarla y entenderla, incluso si cometía errores gramaticales.

Un día, mientras visitaban el Museo de Historia Natural, Marina notó a una niña perdida buscando a su mamá desesperadamente. La niña solo hablaba inglés y nadie parecía entenderla. Sin pensarlo dos veces, Marina se acercó a ella y le preguntó si necesitaba ayuda.

La niña le explicó que se había separado de su mamá en medio del bullicio del museo. Juntas buscaron por todas partes hasta encontrar a la mamá de la niña.

La madre estaba tan agradecida que le dijo a Marina: "Eres una chica muy inteligente y valiente". Marina sonrió orgullosa mientras entendía la importancia de superar sus miedos para ayudar a los demás.

Al finalizar las vacaciones en Estados Unidos, Marina regresó a Argentina con una gran lección aprendida: no hay nada malo en cometer errores al aprender un nuevo idioma. Lo importante es tener el coraje suficiente para intentarlo sin importar qué.

Desde ese momento, Marina se convirtió en una niña segura de sí misma y dispuesta a enfrentar cualquier desafío que la vida le presentara. Y cada vez que viajaba, no solo disfrutaba de los lugares maravillosos, sino también de la oportunidad de practicar su inglés sin miedo.

Y así, Marina demostró al mundo que la inteligencia no solo se encuentra en el conocimiento académico, sino también en el coraje para superar nuestros miedos y ayudar a los demás.

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