Mario y el Jardín de Manzanas
Érase una vez, en un bosque risueño lleno de colores, un monstruo llamado Mario. A diferencia de los monstruos que suelen presentar los cuentos, Mario era alto, animal y de un verde brillante. Tenía unos ojos grandes y amigables que siempre brillaban con alegría. Su pasión por las manzanas era tan grande que hasta tenía un pequeño jardín donde cultivaba diferentes tipos de manzanas: rojas, verdes y amarillas.
Un día, mientras cuidaba de su jardín, escuchó unos ruidos extraños. "¿Qué será eso?", se preguntó Mario, mientras se acercaba con curiosidad.
Cuando llegó al lugar de donde provenía el sonido, encontró a un grupo de animales del bosque. Había un conejo, un pato y una ardilla, todos muy preocupados.
"¿Qué les pasa, amigos?", preguntó Mario, con su voz suave y cálida.
"Hemos perdido el camino a casa y no sabemos qué hacer!", exclamó el conejo, temblando un poco.
"Puedo ayudarles!", dijo Mario, entusiasmado. "¿Quieren que los lleve?"
Los animales miraron a Mario con un poco de miedo, pues nunca habían hablado con un monstruo antes. Pero sus ojos amables los tranquilizaron.
"Está bien, Mario. Creemos que podrías ayudarnos", respondió el pato.
Así fue como Mario decidió llevar a sus nuevos amigos de vuelta a sus casas. Mientras caminaban, les contó sobre su jardín de manzanas.
"Tengo un montón de manzanas deliciosas, ¡si quieren, al final del camino pueden venir a probarlas!", les dijo, emocionado.
Los animales se animaron al pensar en las manzanas. "¡Nos encantaría!", respondieron a coro mientras seguían a Mario.
Sin embargo, en el camino se encontraron con un gran obstáculo: un río muy caudaloso que no podían cruzar.
"¿Qué haremos ahora?", preguntó la ardilla, mirando desesperadamente el agua.
"¡No se preocupen!", dijo Mario, ideando un plan. "Voy a construir un puente con los troncos que hay por aquí cerca".
Mario se puso a trabajar mientras los animales lo miraban, llenos de admiración. Usó su fuerza para levantar troncos y organizarlos para que formaran un puente seguro.
"¡Wow, sos increíble, Mario!", exclamó el conejo.
Después de un rato, el puente estuvo listo. "¡Ahora, uno a uno!", dijo Mario mientras guiaba a sus amigos a cruzar.
Todos cruzaron el puente con cuidado. Una vez al otro lado, comenzaron a saltar de alegría.
"¡Lo logramos!", gritó el pato. "¡Eres un héroe, Mario!".
Después de superar el río, llegaron a un hermoso claro donde los animales podían ver sus casas al fondo. Pero, antes de despedirse, el conejo dijo:
"Mario, no podemos irnos sin probar esas manzanas que nos prometiste".
"¡Claro!", respondió Mario, con una gran sonrisa. "Vamos a mi jardín, ¡me encantaría compartirlas con ustedes!".
Así, los amigos siguieron su camino hasta llegar al jardín de Mario. Las manzanas brillaban al sol, y el aroma era irresistible.
"¡Son hermosas!", exclamaron los animales.
Mario comenzó a recoger manzanas y las repartió generosamente.
"Tomen, prueben!", dijo mientras les ofrecía una manzana roja.
Los animales probaron las manzanas y sus ojos se agrandaron por el deleite.
"¡Son las mejores manzanas que he probado en mi vida!", dijo el pato mientras masticaba con alegría.
"¡Gracias por todo, Mario!", dijo la ardilla. "Eres nuestro nuevo mejor amigo".
Desde ese día, Mario y los animales se volvieron inseparables. Organizaron reuniones en el jardín de Mario, donde compartían historias, juegos y, por supuesto, deliciosas manzanas. Les había enseñado a no juzgar por las apariencias, y juntos aprendieron que la amistad puede florecer en cualquier lugar, incluso en el corazón de un monstruo.
Y así, Mario el monstruo y sus amigos del bosque vivieron felices, siempre disfrutando de sus manzanas y de la compañía mutua, recordando que la verdadera belleza está en el interior. Y así, Mario se convirtió en el monstruo más amistoso y querido del bosque, siempre dispuesto a ayudar a quienes lo necesitaban.
Fin.
FIN.