Mario y el Monstruo de la Calma



Era un hermoso día en el barrio de Mario. El sol brillaba, los pájaros cantaban y los niños jugaban en el parque. Sin embargo, Mario no podía disfrutar del día. Estaba tan preocupado por su próximo examen que no podía concentrarse en nada. Su mente estaba llena de pensamientos agitados y dudas.

Un día, mientras paseaba por el parque, Mario vio algo que lo intrigó. Era un pequeño monstruo de colores brillantes que se asomaba detrás de un árbol. Era el Monstruo de la Calma, un ser mágico que solo aparecía ante aquellos que realmente lo necesitaban.

- ¿Quién eres? -preguntó Mario, asombrado.

- Soy el Monstruo de la Calma -respondió el monstruo con una sonrisa tranquilizadora-. He venido a ayudarte a encontrar la paz en medio de tu caos.

- Pero, ¿cómo puedes hacer eso? -dijo Mario, cada vez más confundido.

- A veces, la calma no se encuentra en el silencio, sino en saber cómo manejar nuestras preocupaciones. Ven conmigo, déjame mostrarte. -el Monstruo estiró su mano, invitándolo a seguirlo.

Mario siguió al Monstruo de la Calma a un lugar secreto en el bosque. Era un claro lleno de flores y un río que fluía suavemente. Allí, el monstruo le enseñó a respirar profundamente.

- Cierra los ojos y toma una gran respiración -dijo el Monstruo, guiándolo-. Imagina que cada vez que inhalas, estás llenándote de energía positiva. Y al exhalar, dejas salir tu inquietud.

Mario probó y pronto sintió que su corazón se calmaba. -¡Funciona! -exclamó emocionado.

- Sí, pero eso no es todo -continuó el Monstruo-. También deberías aprender a tomar pequeños descansos durante tus estudios. Cuando te sientas abrumado, no dudes en pausar y darte un momento de tranquilidad.

Mario asintió. Estaba aprendiendo algo muy importante. El Monstruo de la Calma lo llevó a un lugar donde el sol brillaba y lo animó a jugar con los otros niños.

- Graba en tu mente la sensación de jugar y reír -le dijo el monstruo-. Cuando vuelvas a estudiar, recuerda este momento y tu estrés se desvanecerá.

- Pero, ¿y si no apruebo el examen? -preguntó Mario, aún un poco inseguro.

- No te preocupes tanto por el resultado -respondió el Monstruo-. Lo que realmente importa es hacer tu mejor esfuerzo. Un examen es solo un momento, pero tu esfuerzo y dedicación son lo que realmente cuenta.

Con cada consejo que recibía del Monstruo, Mario se sentía más ligero. Cuando llegó el día del examen, decidió aplicar lo que había aprendido. Antes de entrar al aula, tomó una respiración profunda, como le enseñó el Monstruo de la Calma.

Y, para su sorpresa, el examen no fue tan aterrador. Se concentró y recordó todo lo que había estudiado. Al final, se sintió orgulloso de sí mismo, sin importar el resultado.

Más tarde, se encontró de nuevo con el Monstruo de la Calma. -¡Lo logré! -gritó Mario.

- Así es, Mario -dijo el monstruo-. Recuerda, la calma no significa que todo esté en silencio, sino que estás en paz contigo mismo, incluso en momentos de desafío.

Desde ese día, Mario se convirtió en un defensor de la calma. Compartía lo que había aprendido con sus amigos, ayudándolos a relajarse antes de sus propios exámenes. El Monstruo de la Calma había cambiado su vida, y ahora, cada vez que el estrés aparecía, sabía cómo enfrentar sus miedos.

Y así, Mario continuó pero nunca olvidó al Monstruo de la Calma, que siempre estaría en su corazón como un recordatorio de que la paz comienza desde adentro.

FIN.

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