Mario y el Poder de la Amistad



Había una vez, en un colorido jardín de infantes llamado El Bosque Encantado, un niño llamado Mario. Mario era un chico muy inquieto que a menudo se portaba mal. Gritaba, peleaba con sus compañeros y, además, nunca hacía sus trabajos.

Un día, mientras sus amiguitos jugaban felices en el patio, Mario se acercó a ellos.

"¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó con un tono desafiante.

"No, Mario, no queremos jugar contigo. Siempre peleas y gritas" - respondió Sofía, una de las nenas del grupo.

Mario se sintió muy triste, pero no lo quiso demostrar. Decidió seguir encerrado en su mundo, gritando y peleando. Sin embargo, con cada día que pasaba, se dio cuenta de que sus compañeros continuaban divirtiéndose sin él, y que sus días eran cada vez más solitarios.

Una mañana, mientras miraba por la ventana, vio a sus amigos haciendo un montón de dibujos coloridos en la clase. La maestra Tita les había pedido que dibujaran su animal favorito, y la alegría de todos lo llenó de nostalgia.

"¿Y si muestro mi dibujo de la tortuga?" - pensó. Sin embargo, Mario recordó que nunca había hecho su trabajo y que estaba enojado por eso.

Al salir del aula, se encontró con Lucas y Valentina. Estaban jugando con una pelota y se reían. Al verlos, su corazón se llenó de tristeza.

"¿Por qué no puedo jugar?" - murmuró para sí mismo, deseando tener amigos. Esa noche, cuando se fue a dormir, pensó en lo difícil que era estar solo.

Al día siguiente, Mario decidió cambiar. Quería conocer el verdadero significado de la amistad. Se levantó decidido y dijo:

"Hoy me voy a portar bien. Voy a ser amable y a hacer mis trabajos."

Cuando llegó al jardín de infantes, su primera parada fue el rincón del arte. Miró a sus compañeros y se acercó.

"Hola, Sofía. ¿Puedo ayudarte con tu dibujo?" - dijo con una sonrisa.

Sofía lo miró sorprendida.

"¡Está bien, Mario! Gracias" - respondió, un poco dudosa.

Con cada acto amable, Mario comenzó a ganar la confianza de sus compañeros. Se unió a las actividades, participando activamente y compartiendo su creatividad.

Un día, la maestra Tita hizo una competencia: el grupo que mejor trabajara juntos podría ganar una salida al parque. Mario pensó que era la oportunidad perfecta para probar lo que había aprendido sobre la amistad y el trabajo en equipo.

"Chicos, ¡vamos a hacer un gran trabajo juntos! Si colaboramos, seguro que ganamos!" - exclamó con energía.

Los niños lo miraron, sintiendo que algo había cambiado en él.

"¡Sí, por qué no!" - dijo Lucas.

Así, todos juntos comenzaron a dibujar un mural gigante lleno de colores y dibujos de animales. Se rieron, compartieron ideas, y por primera vez, Mario sintió lo que era ser parte de un grupo.

Finalmente, al presentar su trabajo, la maestra Tita quedó sorprendida.

"¡Maravilloso trabajo, grupo! Están todos en equipo, y eso es lo más importante. ¡Me llena de orgullo ver cómo han colaborado!" - dijo Tita.

Los niños saltaron de alegría, y por primera vez, Mario sintió una sonrisa reflejada en el rostro de sus compañeros.

"¿Entonces, podemos ir al parque?" - preguntó emocionado.

"¡Síiii!" - gritaron todos juntos.

Desde ese día, Mario se convirtió en un buen alumno. No solo porque hacía su trabajo, sino porque había aprendido el valor de la amistad y la colaboración.

Y así, Mario mostró que, aunque a veces podamos tener dificultades, siempre hay un camino hacia el cambio, y que lo mejor que podemos hacer es rodearnos de buenos amigos que nos animen a ser mejores. Y nunca olvidó que la felicidad se encuentra en compartir y jugar juntos.

FIN.

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