Mariposas al vuelo



Había una vez un grupo de mariposas que vivían en un hermoso prado. Cada día, las mariposas se deleitaban con el cálido sol y las coloridas flores que rodeaban su hogar.

Sin embargo, siempre habían sentido curiosidad por explorar más allá del prado y descubrir qué había al otro lado. Un día, una de las mariposas llamada Luna reunió a sus amigas para proponerles una aventura emocionante.

Les contó sobre el arroyo cristalino que había escuchado mencionar a los pájaros y cómo sería increíble volar hasta allí y verlo con sus propios ojos. Todas las mariposas estaban entusiasmadas con la idea y decidieron emprender el viaje juntas al día siguiente.

Al amanecer, cuando el sol comenzaba a elevarse en el cielo, las mariposas desplegaron sus alas y se dirigieron hacia el arroyo cristalino. El vuelo fue lleno de risas y alegría mientras exploraban nuevos paisajes.

Pasaron por campos floridos, ríos tranquilos e incluso vieron algunos animales jugando en la distancia. Pero pronto se dieron cuenta de que estaban perdiendo su camino. - ¿Estamos perdidas? -preguntó Daniela, una de las mariposas más pequeñas del grupo. - No te preocupes, Daniela.

Solo necesitamos encontrar algún punto de referencia para orientarnos -respondió Luna con calma. Después de buscar durante un tiempo, encontraron un gran árbol frondoso cerca del cual decidieron descansar y recuperarse antes de continuar su camino.

Mientras descansaban, se dieron cuenta de que el árbol estaba lleno de sabios búhos. Uno de ellos, llamado Sabino, les preguntó por qué estaban allí. - Estamos en busca del arroyo cristalino, pero nos hemos perdido -explicó Luna con tristeza. - No os preocupéis, pequeñas mariposas.

El arroyo está muy cerca de aquí. Solo tenéis que seguir volando hacia el oeste y lo encontraréis -dijo Sabino con una sonrisa amable. Las mariposas agradecieron al búho por su ayuda y continuaron su viaje con renovada esperanza.

Siguiendo las indicaciones de Sabino, finalmente avistaron el resplandor del arroyo cristalino en la distancia. Cuando llegaron al arroyo, quedaron maravilladas por su belleza. El agua era tan clara que podían ver sus reflejos brillantes bailar sobre ella.

Las mariposas revolotearon felizmente alrededor del arroyo y se deleitaron bebiendo gotitas frescas de agua. - ¡Este lugar es mágico! -exclamó Daniela emocionada.

Las mariposas pasaron horas jugando y disfrutando del arroyo cristalino antes de darse cuenta de que ya era hora de regresar a casa antes de que anocheciera.

En su camino de vuelta, las mariposas recordaron todo lo aprendido durante su aventura: la importancia de trabajar juntas como equipo, no perder nunca la esperanza cuando las cosas se ponen difíciles y siempre pedir ayuda cuando sea necesario. Finalmente, llegaron al prado justo a tiempo para ver la puesta de sol. Se posaron en una hermosa flor y se abrazaron con alegría.

- ¡Hemos vuelto a casa! -dijo Luna emocionada-. Pero nunca olvidaremos nuestra aventura al arroyo cristalino.

Desde ese día, las mariposas compartieron su historia con otras mariposas jóvenes, inspirándolas a explorar el mundo que las rodeaba y recordándoles que siempre hay cosas nuevas por descubrir si están dispuestas a volar más allá de su zona de confort.

Y así, las mariposas del prado vivieron felices sabiendo que habían encontrado un lindo hogar en el prado, pero también habían aprendido que aventurarse más allá les había brindado experiencias inolvidables.

FIN.

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