Maripoza y el Viaje al Mar
Érase una vez en un hermoso campo lleno de flores brillantes y aromas dulce, donde vivía una mariposa llamada Maripoza. Maripoza era especial, ya que no podía distinguir los colores como los demás; su daltonismo le hacía ver el mundo de una manera única. Sin embargo, esto no la detenía y siempre estaba sonriente, volando de flor en flor, disfrutando de la vida.
Un día, mientras danzaba alegremente, se encontró con una hormiga llamada Gilda, que tenía una personalidad muy burlona. Gilda estaba organizando a sus compañeras para marchar a una nueva tarea.
"¡Hey, Maripoza!" - gritó Gilda mientras caminaba, "¿Ya viste el mar? Dicen que es un lugar increíble, lleno de colores que nunca has visto."
"No, Gilda, no he ido. Pero me encantaría verlo algún día" - respondió Maripoza sonriendo.
"¡Nunca vas a poder!" - se rió Gilda burlonamente, "Con tus ojos, solo verías el agua gris y eso es todo. ¡Vamos, no sueñes!"
Maripoza, en lugar de desanimarse, se rió también. "Pero puedo sentir el aire, oír las olas y hasta disfrutar de la brisa. Eso también es parte de la experiencia, ¿no?"
Gilda frunció el ceño pero continuó con su trabajo. En ese momento, una abeja llamada Beatriz se acercó. Beatriz era muy estricta y organizada, y se jactaba de conocer el mar.
"¿De qué hablan, amigas?"
"Maripoza quiere ver el mar, pero no puede, porque es daltonica!" - dijo Gilda, todavía burlándose.
Beatriz se detuvo y le dijo a Maripoza: "Escuchame, el mar es más que solo colores. Si realmente quieres ir, yo te llevaré. Te enseñaré lo que yo sé. Pero habrá reglas y habrá que ser muy responsables. El mar no es un juego."
Maripoza, llena de entusiasmo, aceptó la propuesta. "¡Sí! Quiero conocer el mar, no me importa cómo!"
Así que Beatriz comenzó a planear el viaje. Con Gilda en mente, ambas se prepararon y se pusieron en marcha. Juntas atravesaron praderas, ríos y bosques. En el camino, Beatriz les enseñó sobre la importancia de trabajar en equipo y de cuidarse entre amigas.
Una noche, mientras descansaban bajo una estrella brillante, Gilda, después de reírse de Maripoza por su entusiasmo, se dio cuenta de que su actitud había sido un poco pesada.
"Oye, Maripoza. Tal vez tengas razón. El mar es un lugar especial. Me gustaría verlo también."
Maripoza le sonrió. "Siempre está bien que hablemos de nuestros sueños" - dijo.
Finalmente, después de muchos días de viaje, llegaron a la orilla del mar. Las olas brillaban bajo el sol, formando un espectáculo de azul y blanco. La espuma del mar parecía bailar, y Maripoza sintió la brisa en sus alas.
"Es maravilloso, Maripoza. ¡Mirá esas olas!" - exclamó Gilda.
"¡Es increíble!" - dijo Maripoza, sintiendo cada oleada de viento y oyendo el canto del mar.
"¿Ves, Gilda? No he tenido que ver colores para disfrutarlo. A veces, hay más en la vida que lo que nuestros ojos pueden ver" - Maripoza reflexionó.
Beatriz, mirando orgullosa a ambas, confesó: "El mar es realmente hermoso, pero también está lleno de desafíos. Hay que respetarlo y cuidarlo para que siempre tengamos la oportunidad de disfrutarlo".
Y así, Maripoza, Gilda y Beatriz se divirtieron jugando en la playa, haciendo castillos de arena y sintiendo la frescura del agua en sus pequeñas patas. Aprendieron que el mar, a pesar de lo que puedan ver o no, era un lugar lleno de aventuras y posibilidades.
Al final del día, mientras se despedían del mar, Gilda le dijo a Maripoza: "Gracias por recordarme que a veces, la verdadera belleza está en la forma en que sentimos el mundo, no solo en lo que vemos."
"¡Eso es lo que hace que las aventuras sean tan emocionantes!" - respondió Maripoza con una sonrisa.
Y así, con corazones llenos de alegría y nuevos sueños, regresaron a casa, prometiendo explorar juntos el mundo que les rodeaba, uno lleno de colores ¡y también de aventura!
FIN.