Mariquitas salvadoras
Había una vez una niña llamada Ana que vivía en la ciudad y soñaba con conocer el campo y ver cómo se cultivaban las frutas.
Un día, su abuelo Raul le propuso hacer un viaje juntos en avión para visitar a unos amigos suyos que tenían un campo lleno de frutas. - ¿De verdad podemos ir en avión, abuelo? - preguntó emocionada Ana. - Claro que sí, mi querida Ana. Será una aventura increíble - respondió Raul sonriendo.
Así fue como Ana y su abuelo subieron al avión rumbo al campo de frutas. Durante el vuelo, Ana estaba maravillada con las vistas desde la ventanilla del avión.
Era la primera vez que volaba y no podía creer lo alto que estaban por encima de las nubes. Finalmente, llegaron al campo de frutas y fueron recibidos por los amigos del abuelo Raul.
Los niños del pueblo se acercaron a saludar a Ana y le enseñaron todo sobre las distintas frutas que había allí: manzanas rojas, peras dulces, duraznos jugosos y muchas más. Ana estaba fascinada con todo lo aprendido sobre el cultivo de frutas, pero algo extraño empezó a pasar en el campo.
Las plantas parecían estar enfermas y no producían suficientes frutos como antes. - ¿Qué está pasando aquí? - preguntó preocupada Ana. - Parece ser que hay una plaga afectando nuestros cultivos - explicó uno de los agricultores -.
Hemos intentado controlarlo pero nada parece funcionar. Ana pensó en cómo podría ayudar. Recordó que había visto en un documental que las mariquitas eran grandes depredadoras de plagas como la que había en el campo.
- Abuelo, ¿podemos buscar algunas mariquitas para ponerlas en el campo? - preguntó Ana con esperanza. El abuelo Raul sonrió y juntos buscaron muchas mariquitas en los campos cercanos. Luego, las colocaron cuidadosamente sobre las plantas afectadas por la plaga.
Después de unos días, Ana y su abuelo volvieron a visitar el campo para ver si las mariquitas habían funcionado. Para sorpresa de todos, ¡las plantas estaban llenas de frutas! La plaga se había ido gracias al trabajo conjunto de Ana y su abuelo Raul.
- ¡Lo logramos! - gritó emocionada Ana -. Gracias a las mariquitas logramos salvar el cultivo.
La noticia corrió rápidamente por todo el pueblo y pronto llegaron muchos turistas interesados en conocer cómo habían logrado solucionar la plaga del campo. Además, los agricultores aprendieron mucho sobre cómo prevenir futuras plagas y mantener sus cultivos sanos.
Ana regresó feliz a casa sabiendo que ella también podía ayudar a hacer cambios positivos en el mundo si ponía su mente y corazón en ello. Y así fue como esta pequeña aventura le enseñó una gran lección: siempre hay algo que podemos hacer para marcar la diferencia si nos comprometemos con ello.
FIN.