Marisol y su acento norteño


Había una vez una niña llamada Marisol que se mudó de Monterrey a la Ciudad de México. Estaba emocionada por comenzar en su nueva escuela, pero pronto se dio cuenta de que algo no estaba bien.

Al hablar, los demás niños comenzaron a reírse de su acento norteño. Marisol se sintió triste y avergonzada. No entendía por qué se burlaban de ella solo por la forma en que hablaba.

Intentó cambiar su manera de hablar, pero no podía deshacerse completamente de su acento querido. Un día, mientras caminaba por el parque después de clases, conoció a un grupo muy especial: un zorro simpático llamado Pancho y un pájaro cantarín llamado Lola.

Ambos notaron que Marisol estaba triste y le preguntaron qué le pasaba. "Hola, Marisol ¿por qué estás tan triste?" -dijo Pancho con voz amigable.

"¡Hola! Es que me hacen burla en la escuela por mi acento norteño y me siento mal", respondió Marisol con timidez. Pancho y Lola intercambiaron miradas comprensivas antes de sonreírle a Marisol. "No deberías sentirte mal por ser quien eres, tu acento es parte de lo que te hace especial", dijo Lola con dulzura.

"Sí, ¡tienes razón! Todos somos únicos y eso nos hace hermosos", agregó Pancho con alegría. Marisol reflexionó sobre las palabras sabias de sus nuevos amigos animales. Decidió aceptarse tal como era y estar orgullosa de su origen regiomontano.

Al día siguiente, en la escuela, cuando los niños volvieron a burlarse de su acento, Marisol recordó las palabras amorosas de Pancho y Lola.

En lugar de sentir vergüenza, decidió responderles con valentía:"Sí, tengo un acento norteño ¡y estoy orgullosa! Es parte de quién soy y me encanta mi tierra. "Los niños se quedaron sorprendidos ante la seguridad y autoestima demostradas por Marisol. Poco a poco dejaron de burlarse y empezaron a respetarla más.

Con el tiempo, Marisol se convirtió en una defensora del respeto hacia las diferencias y ayudaba siempre que veía alguna situación similar en la escuela. Ya no solo era admirada por su valentía al defender su identidad sino también por ser solidaria con los demás.

Así fue como Marisol aprendió una gran lección: nunca debemos avergonzarnos o cambiar quienes somos para complacer a los demás. Cada uno es único e irrepetible; nuestras diferencias nos hacen especiales y hermosos tal como somos.

Y así vivió feliz para siempre junto con sus amigos Pancho y Lola promoviendo el respeto entre todos en la escuela.

Dirección del Cuentito copiada!