Marlem y el farol mágico



Marlem era una niña radiante, llena de alegría y curiosidad. En su antiguo hogar, cada día era una aventura llena de colores vibrantes, risas y juegos con sus amigos. Sin embargo, un día sus padres decidieron mudarse a una casa en otro barrio. La niña, con el corazón apesadumbrado, se despidió de sus amigos, de su hogar y de su mundo lleno de colores.

Al llegar a su nueva casa, Marlem se sintió extraña. Las paredes parecían grises, y en lugar de escuchar risas, lo único que escuchaba era el eco del silencio. Todo a su alrededor se veía en blanco y negro.

"¿Qué le pasó a todo el color?" - se preguntaba, mientras miraba por la ventana y solo veía calles vacías y casas sin vida.

Días pasaron, y aunque intentó adaptarse, Marlem se sentía triste y sola. Una tarde, mientras exploraba el jardín trasero, descubrió algo asombroso: un farol antiguo, cubierto de polvo. Estaba hecho de papel y tenía ventanas de celofán que brillaban de una manera especial.

"¿Qué será esto?" - murmuró curiosa, limpiándolo con sus manos. Cuando encendió el farol, algo mágico ocurrió: por las ventanas de celofán comenzaron a aparecer colores. No eran colores normales, eran los colores que tantas veces había visto en su anterior hogar. "¡Es increíble!" - exclamó Marlem, sintiendo que el calor del farol iluminaba no solo su jardín, sino también su corazón.

Cada día, Marlem encendía el farol y se sentaba frente a él, dejando que las luces de colores la rodearan. Empezó a inventar historias sobre criaturas mágicas que vivían en su nuevo hogar, creando un mundo fantástico en su mente.

Un día, mientras jugaba con sus historias, se dio cuenta de que algo había cambiado. Escuchó un sonido proveniente del jardín: el chirrido de un colibrí.

"¡Hola, pequeño amigo!" - saludó Marlem, y el colibrí pareció acercarse más. Con el tiempo, comenzó a notar que ese colibrí no venía solo. Cada vez que encendía su farol, más y más criaturas del jardín se acercaban, atraídas por la luz colorida.

"¿Por qué vienen aquí?" - preguntó Marlem a sus nuevos amigos. Uno de ellos, una mariposa de alas brillantes, respondió: "El color atrae a aquellos que buscan alegría. Una luz brillante puede transformar el lugar más sombrío en un hogar lleno de vida."

Inspirada por esta sabiduría, Marlem decidió compartir su farol mágico. Comenzó a invitar a otros niños del barrio a jugar y disfrutar de la luz de colores. Juntos comenzaron a organizar pequeñas fiestas en el jardín, donde compartían risas, cuentos, y juegos.

"¡Qué lindo es jugar juntos!" - gritaron los niños mientras el farol iluminaba sus rostros llenos de felicidad. Con el tiempo, Marlem no solo llenó su nuevo hogar de colores, sino también el corazón de muchos otros.

Pero una tarde, Marlem se dio cuenta de que el farol comenzaba a apagarse.

"¡No, no!" - exclamó preocupada. "No puedo dejar que se apague. ¡Este farol necesita un poder especial!"

Recordando las enseñanzas de la mariposa, decidió organizar un concurso de historias. Los niños tendrían que inventar cuentos que iluminaran el farol con sus risas y alegría. La primera noche del concurso, se reunieron en el jardín con historias llenas de magia y color. Cada risa y aplauso parecía encender el farol aún más.

Desde entonces, el farol mágico nunca volvió a apagarse. Marlem había encontrado no solo el color en su vida nuevamente, sino también un nuevo grupo de amigos que compartían su luz.

Con el tiempo, el barrio se llenó de risas y colores, gracias al mágico farol, la imaginación de Marlem y el poder de la unión. El pequeño jardín trasero se había convertido en el lugar más alegre del barrio, donde todos juntos podían descubrir la magia del color.

Así, Marlem aprendió que a veces, los cambios pueden parecer tristes al principio, pero si uno busca lo bueno, siempre habrá una forma de hacer brillar la vida nuevamente.

FIN.

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