Marlena y el Misterio del Parque de Tarde
Era una tarde soleada en el parque de la ciudad, y Marlena, una niña de seis años con una imaginación desbordante, jugaba entre los árboles. Con su vestido rosa y su trenza dorada, parecía una pequeña princesa en su propio reino. Mientras corría, Marlena murmuraba en voz baja sus secretos a las flores.
"¿Y tú, margarita? ¿Has visto a alguna hada hoy?" - preguntó con curiosidad, mientras se agachaba para tocar suavemente los pétalos.
Las flores silbaban suavemente en el viento, como si quisieran responderle, y Marlena sonrió.
De repente, una ráfaga de viento pasó, y una brillante mariposa de colores apareció ante ella. Marlena, emocionada, la siguió mientras ésta revoloteaba de un lado a otro, como si la estuviera guiando a un lugar especial.
Mientras corría detrás de la mariposa, se encontró con un grupo de niños que estaban jugando a la pelota.
"¡Hola!" - dijo Marlena, alzando la mano.
"Hola, ¿quieres jugar con nosotros?" - le respondió Lucas, un niño de su clase.
"No puedo, estoy siguiendo a una hada muy especial" - comentó Marlena, sin dudarlo.
"¿A una hada? Nah, eso no existe" - contestó Sara, una nena que siempre dudaba de las aventuras de Marlena.
"Pero yo sé que sí. ¡Vengan!" - invitó Marlena, y todos quedaron intrigados.
Decididos a descubrir el misterio, los niños la siguieron mientras Marlena continuaba tras la mariposa. Pasaron por un sendero lleno de flores, donde cada paso era más mágico que el anterior. Finalmente, llegaron a un claro del parque, donde el sol brillaba intensamente.
"¡Miren!" - exclamó Marlena, señalando hacia un árbol grande que parecía tener destellos dorados en sus ramas.
"Es solo un árbol" - murmulló Lucas, pero sus ojos estaban llenos de asombro.
Marlena se acercó al árbol y, de repente, escuchó una pequeña voz.
"¡Hola, Marlena! Gracias por venir a visitarme. Soy un hada y vivo en este árbol." - era la mariposa, que en un giro de magia se convirtió en una feliz hada con alas brillantes.
"¡Lo sabía!" - gritó Marlena, saltando de alegría.
"Pero... ¿dónde están mis amigos?" - empezó a preocuparse cuando se dio cuenta de que los demás estaban paralizados, sin poder creer lo que veían.
El hada vio la preocupación en su rostro y se acercó a los otros niños.
"No se asusten. Pueden ver lo mágico si creen. Todos tienen un poco de magia en su corazón, pero a veces solo necesitan un empujoncito" - les explicó con una voz suave como el viento.
Lucas, aún atónito, dio un paso hacia adelante.
"¿Y qué pasa si no creo?" - preguntó tímidamente.
"Si no crees, te lo perderás" - contestó el hada, con una sonrisa. "Pero si decides creer, podrás ver cosas extraordinarias. La magia está alrededor de ustedes, solo tienen que abrir su corazón".
Marlena, emocionada, dijo:
"Yo nunca dejé de creer. ¡Así que podemos jugar juntos, hada!"
"¡Claro! Vengan a bailar conmigo y descubramos la magia del parque" - invitó el hada, y todos comenzaron a danzar, sintiendo que las hojas susurraban melodías alegres.
Tras un rato de diversión, el hada les dijo:
"Recuerden, la magia no solo está en mí, está en cada uno de ustedes. Cada vez que jueguen juntos, cada vez que sean amables y se ayuden, esa magia crece".
Los niños, con los ojos iluminados, prometieron nunca dejar de creer en la magia de la amistad. Cuando el sol comenzó a esconderse, el hada dio un último saludo.
"Nos veremos de nuevo. Recuerden: su amistad es el mayor hechizo".
Y en un parpadeo, el hada se desvaneció en un destello de luces. Marlena y sus amigos quedaron maravillados, sintiendo el calor de la magia que llevaban dentro.
"¡Fue increíble!" - exclamó Lucas.
"Sí, nunca olvidaremos esta tarde" - dijo Sara, con una nueva chispa en sus ojos.
Desde aquel día, Marlena y sus amigos aprendieron a disfrutar cada momento, a valorar la magia de la amistad y a compartir aventuras. Y aunque nunca volvieron a ver al hada, cada vez que se reunían en el parque, su risa y su alegría hacían que la magia estuviera siempre presente, iluminando su mundo.
Así, Marlena la niña que creía en las hadas y sus amigos comprendieron que ellos también podían ser parte de su propia historia mágica.
FIN.