Marta y el alienígena Zorgon



planeta Tierra y someter a todos sus habitantes. La mujer, llamada Marta, quedó sorprendida al escuchar la extraña voz del alienígena a través de su celular. "¡Hola! ¿Quién es?", preguntó Marta con curiosidad.

"Soy Zorgon, un poderoso alienígena que ha venido a conquistar tu planeta", respondió el extraterrestre con orgullo. Marta se quedó pensativa por un momento. Sabía que debía hacer algo para proteger a su hogar y a las personas que amaba.

Con valentía, decidió desafiar al alienígena. "¿Y qué te hace pensar que puedes conquistar la Tierra? Aquí vivimos seres humanos muy valientes y unidos", contestó Marta con determinación. Zorgon se sorprendió ante la respuesta de la mujer terrícola.

Nunca antes había encontrado tanta resistencia en sus intentos de dominación planetaria. "¡No me subestimes, mujer! Soy invencible y mi tecnología es superior a todo lo que has visto", dijo Zorgon con arrogancia. Marta sonrió confiada.

Sabía que no podía rendirse sin luchar por su mundo. Decidió pedir ayuda a los animales y plantas de la Tierra para enfrentar al alienígena. Comenzó hablando con los árboles del bosque, quienes extendieron sus ramas para crear barricadas naturales contra las naves espaciales de Zorgon.

Luego se reunió con los pájaros, quienes desde el cielo lanzaron semillas mágicas capaces de neutralizar las armas del invasor.

Zorgon, cada vez más frustrado por la resistencia inesperada de los habitantes terrestres, decidió bajar personalmente a enfrentarse con Marta.

Sin embargo, cuando puso un pie en el suelo, algo extraordinario sucedió: la energía pacífica y amorosa emanada por todos los seres vivos de la Tierra lo rodeó y transformó su corazón lleno de malicia en uno lleno de bondad. El alienígena Zorgon descubrió el valor del amor y la armonía gracias a Marta y los habitantes del planeta Tierra.

Decidió renunciar a su deseo de conquista y en cambio ofreció compartir conocimientos avanzados sobre tecnología e intercambiar culturas en beneficio mutuo. Así, gracias al coraje y sabiduría de una humilde vendedora chilena, la Tierra fue salvada no por la fuerza bruta, sino por el poder transformador del amor y la solidaridad entre todos sus habitantes.

FIN.

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