Marta y el Árbol de los Recuerdos



Era un día de verano caluroso en el pequeño pueblo de Colibrí. Marta miraba por la ventana de su casa, sintiendo cómo el sol brillaba con fuerza. Sin embargo, había algo más que la incomodidad del calor. Era un sentimiento que llevaba dentro por mucho tiempo. Ese día decidió que era el momento de enfrentar sus miedos y regresar al lugar donde todo había cambiado cinco años atrás.

Mientras se preparaba, pensó en el viejo roble en el parque. Había sido testigo de un día que la había marcado para siempre. Marta había tenido un accidente con su bicicleta cerca de ese gran árbol y, aunque no había sido algo grave, desde aquel momento le había tenido miedo a montar en bici.

"Hoy tengo que ir, tengo que ser valiente", se dijo a sí misma mientras se ponía sus zapatillas.

Al llegar al parque, sintió que el sol le daba una calidez especial, casi como un abrazo. Se acercó al roble y, al mirarlo, recordó el día del accidente. Mientras sus pensamientos la envolvían, escuchó una voz detrás de ella:

"Hola, Marta. ¿Qué haces aquí?"

Era su amiga Clara, que al ver a Marta un poco asustada se acercó.

"Vine a enfrentar un miedo mío".

Clara sonrió.

"¿Accidente con la bici?"

Marta asintió con la cabeza.

"Siempre he querido volver a montar, pero no he podido".

Clara, con su energía contagiosa, le dijo:

"No te preocupes. Juntas podemos volver a hacerlo. Te acompañaré todo el tiempo".

Marta se sintió aliviada al escuchar eso, pero aún así había un nudo en su estómago.

"¿Y si me caigo otra vez?"

"Es parte de aprender. Caerse no es malo, es un paso más hacia mejorar en algo".

Marta respiró hondo y decidió que sí, que iba a probarlo. Juntas caminaron hacia donde estaban guardadas las bicicletas. Clara la motivaba a cada paso, recordándole que lo más importante era divertirse. Pronto, cada una con su bicicleta, comenzaron a pedalear por el parque.

Al principio, Marta se sentía algo torpe y la tensión la invadía.

"¡Vamos, Marta! ¡Solo tienes que mirar al frente!"

En un momento, sin quererlo, tal vez por nervios, Marta perdió el equilibrio y cayó. El miedo volvió a surgir en ella, pero en vez de rendirse, Clara la animó:

"¡Marta! ¡Estás bien! ¡Nunca te lastimaste! Solo fue un pequeño tropiezo".

Marta se levantó con un poco de vergüenza, pero al ver que su amiga la miraba con una gran sonrisa, su corazón se llenó de valor.

"¡Vamos de nuevo!"

Las dos gritaron de alegría mientras las ruedas giraban.

"¡Eso es, seguí así!"

Y así continuaron pedaleando. Después de varias vueltas, Marta sintieron una gran satisfacción. Sabía que había enfrentado no solo su miedo a la bicicleta, sino también el temor a no poder volver a levantarse. Las horas pasaron volando.

Marta se sintió libre, como si pudiera volar.

"¿Ves?" -dijo Clara entusiasmada"A veces tenemos que luchar contra nuestros miedos para descubrir lo capaces que somos".

"Gracias, Clara. Nunca lo hubiera logrado sin vos".

El día llegaba a su fin, pero no el aprendizaje. Marta había vuelto a sentir la alegría de montar en bici y, sobre todo, se llevó consigo una lección importante: enfrentar los miedos es parte del crecimiento y siempre hay alguien que está dispuesto a acompañarte en el camino.

FIN.

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