Marta y el Brócoli Mágico



Érase una vez en un colorido pueblito llamado Verdulandia, donde los árboles daban manzanas de todos los colores y las flores cantaban dulces melodías. Allí vivía una nena llamada Marta. Marta era una chica alegre, con rizos dorados y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor. Sin embargo, había una cosa que no le gustaba nada: el brócoli.

Un día, mientras jugaba en el patio de su casa, su mamá la llamó con un tono dulzón:

"¡Marta! Viene la abuela a cenar, y esta noche vamos a comer brócoli al vapor con un poco de salsa de queso. ¡Es tu favorita!"

"¡No, mamá! No me gusta el brócoli. ¡No puedo comerlo!" se quejó Marta mientras hacía una mueca.

Marta recordaba que cada vez que la mamá hacía brócoli, ella prefería llenarse el plato de pasta y dejar el brócoli a un lado. Pero esa noche, su abuela había prometido que el brócoli iba a estar más delicioso que nunca, y eso encendió una chispa de curiosidad en su corazón.

La abuela llegó con una gran bolsa llena de verduras, y al instante se le iluminó la cara.

"¡Cocinaré una receta muy especial, querida!" dijo la abuela con emoción. "El brócoli viene de un lugar mágico donde los vegetales pueden hablar. Si quieres, podemos ir a conocerlos después de la cena."

"¿Vegetales que hablan?" preguntó Marta escéptica.

"Sí, sí, ¡claro! Pero primero debes darle una oportunidad al brócoli. Te prometo que lo disfrutarás. Además, ¡podemos hacer magia!"

Marta, intrigada, decidió darle una oportunidad a la cena. Un poco escéptica, tomó un bocado de brócoli y, sorprendentemente, descubrió que era delicioso.

"¡No puedo creerlo! ¡Está riquísimo!" exclamó Marta con una gran sonrisa.

"¡Te dije que había magia!" respondió la abuela. Pero antes de que Marta pudiera preguntar más sobre esos vegetales mágicos, la abuela dijo:

"Ahora, ¿estás lista para un viaje?"

Marta asintió con entusiasmo, y la abuela tomó su mano. Luego contó un cuento sobre una flor mágica que abría puertas a un mundo lleno de vegetales extraordinarios. Con un parpadeo, se encontraron en un bosque encantado. Allí, los brócolis usaban pequeños sombreros y caminaban por el sendero, saludando con alegría.

"¡Bienvenida, Marta!" gritaron en coro. "¡Nos alegra tanto que hayas venido!"

"¿Ustedes pueden hablar?" preguntó Marta con asombro.

"¡Claro que sí!" dijo un brócoli alto, que parecía el jefe de la pandilla. "Nos llamamos Brócolis Mágicos, y tenemos un secreto: no somos solo verduras, ¡somos superhéroes en la cocina!"

Marta se reía, asombrada por aquellos seres tan divertidos.

"¿Superhéroes? ¿Qué podrían hacer?" preguntó intrigada.

"Nosotros ayudamos a los niños a crecer fuertes, a correr rápido y a tener mucha energía para jugar todo el día. Cada vez que comes brócoli, nos haces más fuertes. ¡Y eso es magia!"

Marta se sintió poderosa.

"¡Yo quiero ser parte de esto! ¡Quiero ser fuerte y correr rápido!"

El brócoli alto le sonrió.

"Entonces, debes comernos. ¡Y prométenos que luego nos dirás a tus amigos lo rica que es la magia del brócoli!"

Marta prometió. Después de pasar un rato divertido entre juegos con los Brócolis Mágicos, la abuela la tomó de la mano y regresaron a casa.

Esa noche, Marta se acostó soñando con nuevas aventuras. Al día siguiente, era hora de ir a la escuela. Cuando sus amigos le preguntaron qué había hecho, Marta no dudó en contarles sobre el brócoli y sus amigos mágicos.

"¡Chicos, hay que probar el brócoli! Es poderoso, igual a un superhéroe, ¡de verdad!"

Sus amigos, intrigados por la historia de Marta, decidieron darle una oportunidad al brócoli en el almuerzo. Poco a poco, el brócoli pasó a ser el héroe en la mesa de muchos niños.

Y así fue cómo Marta, con valentía, valoró y aprendió a amar el brócoli, convirtiéndose en la más grande promotora de los vegetales mágicos en Verdulandia.

Desde aquel día, cada vez que veía un brócoli, recordaba a sus amigos mágicos y la magia de comer saludable.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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