Marta y el Día de la Felicidad



Érase una vez, en un pueblito lleno de risas y color, una niña llamada Marta. Marta era súper cariñosa y siempre tenía una sonrisa lista para compartir. Le encantaba pasar tiempo con sus amigos en el parque de enfrente del colegio, donde hacían picnics, jugaban a las escondidas y reían hasta que les dolía la pancita.

Sin embargo, un día, sus amigas la notaron un poco triste.

"Marta, ¿estás bien? No te hemos visto reír hoy como siempre. ¿Te pasa algo?" - preguntó Valentina, con su característico tono preocupado.

"No, no me pasa nada. Estoy bien" - respondió Marta, pero no pudo ocultar el brillo apagado en sus ojos.

Las amigas intercambiaron miradas. Sabían que algo no estaba bien, así que decidieron ayudar. Al día siguiente, se encontraron en el parque con un plan.

"¡Hagamos un día de la felicidad!" - gritó Sofía, llenando su voz de entusiasmo.

"Eso suena genial, Sofía. ¡Podemos hacer un picnic gigante y llevar juegos!" - sugirió Luisa, notando cómo la idea empezó a iluminar la cara de Marta.

Las chicas comenzaron a preparar todo. Hicieron carteles coloridos que decían “¡Día de la Felicidad! ” y cada una eligió un juego para llevar. Marta, impulsada por el apoyo de sus amigas, decidió que haría su famoso pastel de chocolate. Sabía que esto siempre hacía sonreír a los demás.

El gran día llegó. El parque estaba decorado con guirnaldas de papel y la música sonaba en el aire. Todos los amigos de Marta llevaron algo especial: globos, pelotas, y un sinfín de juegos. Al principio, Marta se sintió un poco nerviosa, pero el entusiasmo de sus amigas le daba fuerzas.

"Marta, tenés que probar tu propio pastel. ¡Es el mejor!" - dijo Valentina, mientras sacaba un trozo del plato.

"Sí, no hay picnic sin tu pastel!" - agregó Luisa con una enorme sonrisa.

Marta se unió al grupo, y cuando probó su pastel, se dio cuenta que la risa y la alegría estaban de vuelta.

"¡Esto está delicioso! ¡Gracias por hacerlo, Marta!" - gritaron todos.

"¡No lo habría logrado sin ustedes!" - respondió, sintiéndose más alegre.

A medida que pasaba el tiempo, jugaron a la rayuela, al pañuelo, y hasta se armaron dos equipos para jugar al fútbol. Marta comenzó a reír y a disfrutar como nunca antes. Pero en un momento, el balón se desvió y chocó contra una pila de regalos cerca de ella.

"¡Ay no!" - exclamó Marta, temiendo que se hubiera roto algo.

"¡Tranquila, Marta! Es solo un balón. Vamos a ver qué hay ahí" - dijo Sofía, acercándose al lugar.

Al abrir los paquetes, encontraron una serie de cartas con mensajes escritos sobre la importancia de la felicidad y la amistad.

"¡Este es un tesoro! Cada carta dice algo hermoso" - comentó Luisa, comenzando a leer en voz alta.

"La amistad es la música del corazón", leyó Sofía, mientras todos asentían con la cabeza, sintiendo que esas palabras eran exactamente lo que necesitaban.

"Esto nos recuerda que debemos cuidarnos entre nosotras" - dijo Valentina.

"Sí, y que compartir nuestros momentos felices nos hace aún más fuertes" - agregó Marta, sintiendo una calidez especial en su corazón.

El día terminó con un gran abrazo colectivo, lleno de risas y amor. Marta se dio cuenta de que no necesitaba ocultar sus sentimientos. Era valioso compartir su tristeza y alegría con quienes la rodeaban, y eso la hacía más fuerte.

"Gracias por ser tan buenas amigas. Nunca olviden lo que leímos hoy" - dijo Marta con una sonrisa radiante.

"¡Nunca lo olvidaremos, Marta! ¡Siempre juntas!" - respondieron al unísono sus amigas.

Y así, Marta aprendió que abrirse y dejar que sus amigos la ayuden era una fuerza poderosa. Desde ese día, el parque nunca dejó de resonar con las risas de un grupo de amigos que celebraban la felicidad, la amistad y el amor.

FIN.

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