Marta y la búsqueda del gatito perdido



Había una vez en un barrio muy alegre de Buenos Aires, una niña llamada Marta. Marta era una niña curiosa, divertida y muy sociable.

Le encantaba pasar tiempo con sus amigos en el parque, jugando y riendo sin parar. Una mañana soleada, Marta se despertó emocionada porque había quedado en encontrarse con sus amigos en el parque para pasar un día juntos.

Se vistió rápidamente con su remera amarilla favorita y sus zapatillas rojas, agarró su mochila con agua y snacks, y salió corriendo rumbo al parque. Al llegar al parque, vio a sus amigos Juan, Ana y Pedro esperándola bajo un frondoso árbol.

Todos se abrazaron emocionados y comenzaron a planear todas las actividades que harían ese día. - ¡Hola Marta! ¿Qué te parece si empezamos jugando a la escondida? - propuso Juan. - ¡Sí! Me encanta la idea.

Pero esta vez prometo no esconderme detrás de los arbustos como la última vez - respondió Marta entre risas. Así pasaron la mañana entre juegos, risas y aventuras. Luego decidieron hacer un picnic en el césped del parque.

Cada uno trajo algo para compartir: sándwiches de jamón y queso, galletitas dulces caseras, frutas frescas e incluso algunos caramelos. - ¡Esto está riquísimo! - exclamó Ana mientras mordía un sándwich. Después de comer, decidieron explorar un poco más allá del parque.

Caminaron por senderos desconocidos hasta llegar a un lago pequeño donde pudieron ver patos nadando tranquilamente. De repente, escucharon unos maullidos provenientes de unos arbustos cercanos. Cuando se acercaron descubrieron a un gatito blanco que parecía estar perdido. - ¡Pobrecito! Debe estar buscando a su mamá - dijo Pedro preocupado.

Marta tomó al gatito en brazos con cuidado y lo acunó suavemente mientras pensaba qué hacer para ayudarlo.

- Creo que deberíamos llevarlo al refugio de animales más cercano para que lo cuiden hasta encontrar a su familia - sugirió Marta finalmente. Todos estuvieron de acuerdo y se dirigieron hacia el refugio llevando al gatito consigo.

Al llegar fueron recibidos por voluntarios amables que se comprometieron a cuidar al gatito hasta encontrar a sus dueños o darle un nuevo hogar si fuera necesario. Marta sintió calidez en su corazón al ver cómo todos juntos podían hacer algo bueno por aquel animalito indefenso.

Volvieron al parque contentos por haber ayudado y decidieron terminar el día jugando todos juntos antes de regresar a casa. Cuando llegó la hora de despedirse, Marta abrazó fuerte a cada uno de sus amigos sabiendo que siempre tendrían momentos especiales juntos como ese día en el parque lleno de alegría y solidaridad.

Desde entonces, Marta supo que la verdadera felicidad estaba en compartir momentos especiales con las personas que queremos y en ayudar desinteresadamente a quienes lo necesitan. Y así fue como aquella jornada inolvidable se convirtió en una lección valiosa para toda la vida.

Fin

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!