Marta y la Sorpresa Real



Marta era una niña curiosa y alegre que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y ríos cristalinos. Le encantaba explorar los bosques y hacer nuevas amistades. Un día soleado, mientras jugaba en el jardín, encontró una vieja caja de madera escondida detrás de unas plantas.

- ¿Qué será esto? - se preguntó Marta, abriendo la caja con emoción.

Dentro había un antiguo medallón con el símbolo de una corona. Marta decidió llevarlo a su abuela, a la que siempre llamaba cariñosamente 'abuela reina' porque le contaba historias sobre reyes y reinas.

- Abuela, mirá lo que encontré - dijo Marta, mostrando el medallón.

La abuela se quedó pálida y su mirada se llenó de asombro.

- ¡Marta! Este medallón pertenece a la familia real. ¡Tuve que esconderlo durante muchos años!

Marta se quedó boquiabierta. - ¿Familia real? Pero, abuela, ¿vos sos una reina?

La abuela suspiró y asintió con una sonrisa. - Así es. Por mucho tiempo, he vivido como una mujer común, pero tengo una tarea muy importante que cumplir. Me han estado buscando para que regrese al castillo. ¡Y tú, Marta, eres la heredera al trono!

La noticia dejó a Marta confundida y emocionada al mismo tiempo. - ¿Yo, una princesa? ¡Eso es increíble!

Pero la abuela la miró con seriedad. - Ser princesa significa responsabilidad, y quiero que estés segura de que este es un camino que debes elegir.

Marta pensó en todas sus aventuras en el pueblo. - Quiero ayudar a la gente, hacerlas felices. ¿Eso es lo que hace una princesa?

- Así es, querida - respondió la abuela. - Una princesa debe ser valiente y justa. Pero primero, deberás aprender sobre nuestra historia y lo que significa ser parte de la realeza.

Decidida a conocer su destino, Marta comenzó a prepararse. La abuela la llevó al castillo, que estaba escondido en lo profundo del bosque, envuelto en misterio. Al llegar, Marta vio grandes puertas doradas y flores de colores vibrantes.

- ¡Es hermoso! - exclamó Marta, admirando el lugar.

Pero no todo era color de rosa. Una vez dentro, se encontró con personas que no estaban contentas con el regreso de la abuela. Haber perdido a la reina había generado discordia entre los nobles.

- ¿Quién es esta niña? - preguntó una mujer de cabello plateado y ojos fríos. - Ella no puede ser la heredera, su abuela ha estado fuera demasiado tiempo.

Marta sintió temor, pero recordó las historias de valor que su abuela le contaba. - ¡Yo quiero ayudar! - gritó, haciendo que todos se volvieran hacia ella.

La mujer se rió despectivamente. - Una niña como tú no puede hacer nada por nosotros.

- ¡Eso no es verdad! - defendió Marta, sintiendo que una chispa de determinación encendía su interior. - Podemos trabajar juntos. La gente del pueblo necesita que se les escuche. Todos somos importantes.

Los nobles se miraron entre sí, sorprendidos por la valentía de la pequeña. La abuela sonrió con orgullo. - Marta tiene razón. La verdadera realeza se basa en la unidad y la colaboración.

Con el tiempo, la abuela y Marta se ganaron la confianza de los nobles. Juntas, organizaron reuniones para escuchar las necesidades del pueblo y buscar soluciones. A pesar de los desafíos, Marta nunca se rindió.

- ¡Pasemos un día con los niños en el pueblo! - sugirió un día Marta. - Quiero compartir historias y juegos con ellos.

A medida que compartía sus ganas de ayudar, los nobles comenzaron a apoyarla en sus ideas. Gradualmente, todo el reino comenzó a transformarse. La alegría regresó a las calles y el pueblo se unió más que nunca.

Un día, después de un año de labor conjunta, se celebró un gran festival. La abuela, en su trono, sonrió al ver la felicidad en las caras del pueblo. Luego, llamó a Marta.

- Ven aquí, querida. - Marta subió, nerviosa pero feliz. - La gente ha hablado y ha decidido que tú eres una hija del pueblo, y la princesa que hemos estado esperando.

La multitud aplaudió, y Marta sintió una oleada de emoción.

- ¡Gracias! - exclamó. - Pero este reino es nuestro. Juntos, somos más fuertes. Importa lo que pensemos y cómo actuemos.

Desde ese momento, Marta se convirtió en una princesa en el corazón de todos, demostrando que la verdadera nobleza reside en ayudar a los demás y ser valiente en la búsqueda de la justicia. Así, la vida en el reino floreció, y Marta siempre recordó el valor del amor, la defensa de lo justo y, sobre todo, que la amistad es el más hermoso de los tesoros.

FIN.

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