Martha y la Aventura del Jardín Misterioso



En una linda casa, vivía Martha, una niña muy alegre y juguetona. Ella vivía con sus padres, su hermano mayor Israel y su gato llamado Thom. Cada mañana, al despertar, Martha llenaba la casa de risas y travesuras junto a su hermano, siempre buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras jugaba en el jardín, Martha descubrió una puerta vieja y oxidada al fondo del arbusto. Era pequeña y apenas se notaba, como si hubiera estado escondida durante mucho tiempo. Intrigada, le gritó a Israel:

"¡Israel! ¡Ven a ver esto!"

El hermano, que estaba tirado en el césped tratando de hacer una torre con sus piezas de Lego, se levantó y se acercó.

"¿Qué hay, Martha? ¿Una nueva aventura?"

Martha sonrió y le señaló la puerta.

"¡Mirá! ¿Hasta dónde creés que nos llevará?"

Israel, emocionado por la idea, decidió abrirla. Con un crujido que resonó en el aire, la puerta se abrió lentamente, revelando un sendero cubierto de flores de todos los colores.

"Esto parece un cuento de hadas..." - comentó Israel, mientras Martha ya comenzaba a caminar por el sendero.

"¡Vamos!" - gritó Martha, corriendo un poco más adelante.

Mientras exploraban el jardín, se dieron cuenta de que todo era brillante y mágico. Flores gigantes parecían sonreírles, y un pequeño arroyo susurraba suaves melodías.

"Esto es increíble. Pero, ¿donde estamos?" - preguntó Israel.

"No lo sé, pero es nuestra oportunidad de descubrir algo nuevo," - respondió Martha y siguió avanzando.

De repente, se encontraron con un pequeño duende que estaba sentado sobre una piedra.

"¡Hola! Soy Dulce, el guardián de este jardín," - dijo el duende con una voz alegre. "Hacía tiempo que nadie exploraba este lugar."

Martha y Israel se miraron emocionados. El duende continuó:

"Para seguir avanzando, deben resolver un acertijo. ¡Están listos!"

"¡Sí!" - exclamaron al unísono, llenos de curiosidad.

Dulce sonrió y les dijo:

"¿Qué va hacia arriba y nunca baja?"

Martha pensó intensamente y pronto dijo:

"¡La edad!"

El duende aplaudió y, como premio, les mostró un camino que llevaba a un hermoso lago lleno de peces que brillaban como estrellas. Martha y Israel se acercaron y comenzaron a jugar con los peces, pero había un pez que parecía diferente: era de color dorado y tenía una mirada muy sabia.

El pez los observaba y finalmente habló:

"Soy el pez de los deseos. Si pueden demostrarme que son amables, les concederé un deseo."

"¡Queremos ayudar a otras personas!" - respondió Martha rápidamente.

"Entonces, deben encontrar algo que les haga feliz a ustedes y se lo regalan a alguien que lo necesite. Solo así, podrán hacer un deseo" - dijo el pez.

Martha se miró a sí misma y luego a Israel.

"Podemos llevarle juguetes a los niños del barrio," - sugirió.

"Sí, y también podemos hacer crecer un jardín con flores para que todos disfruten," - respondió su hermano.

"¡Vamos!" - dijo Martha, llena de energía y determinación.

Recogieron lo que encontraron en el jardín mágico y, cuando llegaron a casa, se pusieron manos a la obra. Hicieron una caja con juguetes y todos los días regaban el pequeño jardín que habían plantado. Pronto, el jardín floreció y se convirtió en un lugar de encuentro para muchos niños del barrio, que también traían sus propios juegos.

Un día, mientras los niños jugaban en el jardín, el pez dorado apareció saltando en el agua de la fuente que habían hecho en el centro.

"¡Lo han logrado! Su deseo será concedido. Su bondad ha iluminado el mundo a su alrededor."

De repente, un rayo de luz iluminó el jardín, dándoles a todos una alegría especial. Martha y Israel se llenaron de felicidad al ver a todos disfrutar juntos.

"Esto es lo mejor que hemos hecho juntos," - dijo Israel sonriendo a su hermana, mientras ella acariciaba a Thom, su gato que también había venido con ellos.

Y así, en su pequeña casa, aprenderían que la verdadera felicidad está en compartir y ayudar a otros. Y aunque muchos atrás quedaban los secretos del jardín, la magia de aquel día viviría por siempre en sus corazones.

FIN.

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