Martiga y el Aula de los Amigos
Había una vez una pequeña ardillita llamada Martiga que vivía en un hermoso bosque. Cada mañana, Martiga se trepaba a un árbol grande y miraba cómo los demás animales jugaban juntos. Sin embargo, ella siempre se sentía un poco solita. Un día, su mamá le dijo:
"Martiga, ¿sabes qué? Hoy empezás la escuela de animales, ¡es un lugar para aprender y hacer nuevos amigos!"
"¿Amigos? No sé si podré, mami… no soy tan buena en socializar como otros animales".
A pesar de sus nervios, Martiga se preparó y se fue a la escuela. Cuando llegó al aula, vio a un montón de animales: conejos, patos y hasta un pequeño erizo.
"¡Hola! Soy Rocco el conejo!" - se presentó uno de los conejos.
"Hola, soy Martiga" - dijo la ardillita, sintiéndose un poco tímida.
"¡Vamos a jugar!" - exclamó Rocco.
Martiga dudó, pero decidió unirse a ellos. A medida que jugaban, ella observó cómo los demás animales se reían y se divertían. Pero al final de cada juego, siempre parecía que alguien quedaba fuera.
Un día, mientras jugaban a ser cocineros, algunos animales comenzaron a pelearse por los ingredientes.
"¡Este es mi tomate!" - gritó un pato.
"Pero yo lo vi primero!" - respondió un erizo.
Martiga se sintió incómoda. En su cabeza, pensaba en cómo hacer que todos se sintieran bien. Entonces, sacó su voz más fuerte y dijo:
"Chicos, ¿qué tal si lo hacemos juntos? Podemos compartir los ingredientes y hacer una ensalada gigante!"
Los animales se miraron, y poco a poco, comenzaron a asentir con la cabeza.
"¡Buena idea, Martiga!" - dijo Rocco.
"Sí, así todos podrán tener algo de la ensalada!" - agregó el pato.
Con la propuesta de Martiga, los animales trabajaron juntos, y una deliciosa ensalada salió de su esfuerzo colectivo. Todos estaban felices y disfrutaron de la sabrosa comida.
Desde ese día, Martiga se dio cuenta de que hacer amigos no era tan complicado. Solo había que ser amable, escuchar y proponer cosas divertidas.
Pasaron las semanas y la astucia de Martiga en resolver conflictos y fomentar la unidad hizo que cada vez más animales se acercaran a ella.
"Martiga, ¿quieres ser mi amiga?" - le preguntó un pequeño pato mientras jugaban al escondite.
"¡Claro!" - respondió ella emocionada.
Finalmente, el día de la feria del colegio llegó. Todos los animales estaban muy emocionados. Martiga tuvo una idea brillante y decidió compartirla con sus amigos:
"¿Y si hacemos un stand donde vendamos nuestra ensalada?"
"¡Eso suena genial!" - dijeron todos.
Arrancaron a preparar todo, y el día de la feria, su stand de ensaladas fue un gran éxito. Todos hablaban de lo ricas que eran y de lo bien que habían trabajado juntos.
Cuando terminó el día, Martiga se sintió feliz y satisfecha. Hizo muchos amigos y, más importante aún, entendió que la amistad se construye con trabajo en equipo y buenas ideas.
"Gracias por invitarme a jugar y a ser parte de este equipo, Martiga!" - le dijo Rocco mientras se despedían.
"Gracias a ustedes, amigos, por hacer que este día sea especial" - contestó ella con una gran sonrisa.
Y así, Martiga aprendió que ser amigas no solo se trata de jugar, sino de compartir, respetar y aprender. Desde aquel entonces, su esquina del bosque estaba siempre llena de risas, juegos y muchos amigos, porque ella había descubierto que en la unidad hay fortaleza y mucha diversión.
Fin.
FIN.