Martiga y el Saco Mágico
Martiga era una niña de 8 años con un alma aventurera y una gran imaginación. Sin embargo, había algo que le costaba un poco: hacer amigos en la escuela. Cada vez que llegaba al recreo, sentía un nudo en el estómago al ver a sus compañeros jugando juntos. A menudo se preguntaba por qué a los demás les resultaba tan fácil relacionarse y a ella no.
Un día, mientras caminaba por el parque después de la escuela, Martiga se encontró con una anciana de aspecto peculiar. Llevaba un gran saco de tela que tenía estampados de colores vibrantes.
"Hola, pequeña. ¿Por qué luces tan triste?" - preguntó la anciana, sonriendo.
Martiga, nerviosa, se atrevió a responder:
"No tengo amigos en la escuela... a veces me siento sola."
La anciana la miró con ternura y dijo:
"¿Sabes? Tengo un saco mágico que puede ayudarte, pero solo si realmente lo deseas."
Los ojos de Martiga se iluminaron.
"¿De verdad? Déjame probarlo!" - exclamó mientras se acercaba a la mujer.
La anciana sonrió y sacó un pequeño objeto brillante del saco.
"Este es un espejo mágico. Cada vez que te mires en él, verás lo que puedes ofrecer a los demás y cómo puedes ser un buen amigo. Pero ten cuidado, porque también te mostrará tus miedos."
Martiga tomó el espejo con cautela. Al mirarse, vio un reflejo de sí misma sonriendo, pero detrás de ella aparecieron sombras que la inquietaban.
"Yo soy un poco torpe y no tengo tantas cosas divertidas que ofrecer..." - murmuró.
La anciana interrumpió sus pensamientos:
"No subestimes lo que tienes en tu interior, pequeña. Cada persona tiene algo especial para compartir. Recuerda, la amistad comienza con la confianza en uno mismo."
Martiga se despidió de la anciana y regresó a casa con el espejo. Esa noche, lo dejó a un lado, pero sus palabras resonaron en su mente. Decidida a probar algo nuevo, el día siguiente decidió acercarse a sus compañeros.
Mientras estaba en clase de arte, Martiga tuvo una idea.
"¡Chicos! ¿Quieren hacer una competencia de dibujo?" - sugirió entusiasmada.
Los compañeros de clase se miraron entre sí y uno respondió:
"¡Sí! Pero, ¿quién va a ser el jurado?"
Martiga sintió el miedo de que nadie quisiera votarla, pero entonces recordó el espejo y se armó de valor.
"Podríamos ser todos el jurado. Todos podemos votar por el mejor dibujo. Así, todos participan y se divierten juntos."
Los compañeros se mostraron interesados. Así, comenzaron a dibujar, riendo y comentando sus ideas mientras creaban. Martiga se dio cuenta de que lo que ella ofrecía - su entusiasmo y creatividad - era justo lo que necesitaban los demás.
El recreo siguiente, Martiga decidió pedirle a un grupo que jugara una partida de fútbol.
"¿Quién quiere unirse a mí para formar equipos?" - preguntó con más confianza.
Algunos chicos se acercaron:
"Yo quiero jugar, Martiga!" - dijo uno de ellos.
"¿Puedo yo también?" - preguntó una niña que siempre miraba de lejos.
Así, poco a poco, Martiga fue formando un grupo de amigos. Cada día que pasaba, se miraba en el espejo y notaba cómo sus miedos empezaban a desvanecerse. Lo más importante era que se estaba conociendo más a sí misma y descubriendo que podía ser ella misma y aún así encontrar amigos.
Un día, ya en la última semana de clases, Martiga le propuso a su grupo crear un mural en la pared de la escuela, donde cada uno pudiera aportar algo que los representara._
"¡Hagámoslo juntos! Yo puedo dibujar lo que cada uno quiera y luego lo pintamos todo!" – dijo.
Sus amigos se emocionaron y también aportaron ideas:
"¡Yo puedo traer unos pinceles!"
"Y yo puedo traer papel para que tracemos las cosas primero!" – fueron algunos de los comentarios de aliento.
A medida que trabajaban juntos, el mural empezó a tomar forma, lleno de risas, colores y recuerdos de lo que habían vivido durante el año.
El día de la presentación del mural, la maestra se emocionó mucho y dijo:
"¡Es un trabajo excepcional! Martiga y sus amigos han creado algo único que representa su amistad. ¡Estoy muy orgullosa de todos ustedes!"
Martiga sonrió, sabiendo que había deshecho sus miedos y que, gracias a ser valiente y trabajar en equipo, había logrado hacer muchos amigos durante el año. Y lo más importante: había descubierto el verdadero valor de la amistad.
FIN.