Martiga y Sus Nuevos Amigos
Era un día soleado en la escuela de peques y Martiga, una niña curiosa y alegre, se sentía un poco nerviosa. Era su primer día y no conocía a nadie. Miró a su alrededor y vio a otros niños jugando. Se preguntó cómo podría hacer nuevos amigos.
Mientras caminaba, vio a un grupo de niños jugando a la pelota. Martiga se acercó y les dijo:
"¡Hola! ¿Puedo jugar con ustedes?"
"Claro, ¡vení!" respondió Lucho, un niño rubio que sonreía.
"Yo soy Martiga, ¿y ustedes?"
- “Yo soy Lucho y ella es Sofía”, dijo Lucho, señalando a la niña con trenzas.
Martiga se sintió más cómoda, ¡había hecho su primer amigo! Pero al intentar unirse al juego, hizo un movimiento y, ¡pum! La pelota se fue volando y se metió en un arbusto espinoso.
"Oh no", dijo Martiga, poniéndose roja de vergüenza.
"No te preocupes, ¡lo podemos sacar juntos!" dijo Sofía animadamente.
"¿De verdad?"
"Sí, ¡todos juntos!"
Los tres comenzaron a reírse y a buscar la pelota en el arbusto. Después de un rato de esfuerzo, lograron sacarla.
"¡Hurra!" exclamó Lucho.
"¡Gracias! No sabía que sería tan divertido", dijo Martiga sintiéndose más segura.
Decidieron jugar juntos. Martiga aprendió a patear la pelota y antes de darse cuenta, se estaba divirtiendo. Sin embargo, al intentar un tiro, un nene grande llamado Gabriel se rió de ella.
"¡Eso no se hace así!" dijo mientras hacía muecas.
"No te preocupes, Martiga. A todos nos pasa. Aprender requiere práctica", le dijo Sofía.
Martiga sintió que su corazón se ponía pesadito, pero decidió seguir jugando.
"¿Puedo intentarlo otra vez?" preguntó.
"¡Por supuesto!" dijo Lucho entusiasmado.
Con su nuevo coraje, Martiga pateó la pelota con más confianza, y esta vez, ¡la hizo rebotar justo en el arco!"¡Bien hecho!" gritaron sus amigos.
Un rato después, los tres se sentaron a descansar.
"¿Quieren jugar juntos todos los días?" preguntó Martiga emocionada.
"¡Sí! Seremos un gran equipo", dijo Lucho.
"¡Sí, siempre juntos!" agregó Sofía.
De repente, escucharon un sonido. Era Gabriel, que ahora se acercaba.
"Chicos, perdón si me reí de vos, Martiga. ¡Querés jugar con nosotros también?"
Martiga lo miró sorprendida.
"Sí, me encantaría", respondió con una sonrisa.
Y así, Martiga no solo hizo amigos, sino que aprendió que con un poco de valentía y perseverancia, se pueden superar los momentos difíciles y crear vínculos de amistad. El día terminó con risas, juegos y promesas de aventuras por venir.
Desde entonces, Martiga sabía que hacer amigos era tan fácil como sonreír y ser amable. Y cada vez que alguien se unía a su grupo, ella siempre decía:
"¡Bienvenido! Aquí todos somos amigos."
FIN.