Martín y Caleb en la Finca Aventura
Era un día soleado y Martín, un niño de dos años con una sonrisa contagiosa, se despertó emocionado. Hoy iba a la finca con su mejor amigo, un perrito llamado Caleb, que movía la cola con alegría.
"¡Vamos a la finca, Caleb!" - gritó Martín, mientras corría hacia su mamá.
"¡Sí, vamos!" - respondió Caleb, ladrando y saltando.
Al llegar a la finca, la abuela de Martín los recibió con los brazos abiertos.
"¡Hola, campeones!" - exclamó la abuela, dándoles un gran abrazo. "Hoy hay muchas cosas para hacer."
Martín miró alrededor, y su mirada se iluminó al ver los caballos.
"¿Puedo montar a caballo, abuela?" - preguntó él, emocionado.
"Claro, pero primero, vamos a darle comida a las gallinas. Ellas también tienen hambre." - respondió la abuela.
Con un balde lleno de granos, Martín y Caleb fueron hacia el gallinero. Martín estaba encantado mientras lanzaba los granos. Las gallinas picoteaban con alegría.
"¡Mirá, Caleb! Las gallinas comen mucho." - dijo Martín riendo.
Pero de repente, una gallina curiosa se acercó y le picó el pantalón a Martín.
"¡Ay! No me hagas cosquillas, gallina. ¡Ja, ja, ja!" - se rió Martín, mientras Caleb ladraba amistosamente.
Terminada la comidita de las gallinas, Martín decidió que era hora de montar a caballo. Con la ayuda de su abuelo, que era un experto en caballos, Martín subió a un hermoso caballo llamado Pinto.
"¡Soy un jinete valiente!" - gritó Martín mientras Pinto troteaba por el prado.
Caleb corría junto a ellos, aullando de felicidad. De pronto, Martín notó algo extraño.
"¿Qué es eso, abuelo?" - preguntó, señalando un arbusto que se movía.
"Vamos a averiguarlo, Martín. Podría ser un animal travieso." - contestó el abuelo con una sonrisa intrigante.
Al acercarse, Martín y su abuelo descubrieron un pequeño erizo que estaba intentando esconderse entre las hojas.
"¡Mirá, Caleb! Un erizo. ¡Es tan chiquito!" - dijo Martín sorprendido.
El abuelo explicó: "Los erizos son animales muy tímidos. Debemos dejarlos en paz. Son amigos del campo."
Martín sintió una gran curiosidad por el erizo y decidió que sería mejor observarlo desde lejos. Después de un rato, el erizo se sintió seguro y salió lentamente.
"¡Es tan lindo!" - exclamó Martín.
Luego de jugar con el erizo, fue hora de más aventuras. Martín y Caleb se dirigieron hacia un claro donde había un viejo tronco caído. Martín lo vio como el escenario perfecto para una gran aventura de Mario Bros y Luigi.
"Vamos, Caleb, ¡somos Mario y Luigi! Hay que salvar el reino de los champiñones. ¡A la carga!" - dijo Martín, saltando sobre el tronco y haciendo poses de héroe.
Caleb lo seguía, ladrando con alegría y corriendo de un lado a otro, como si también estuviera luchando contra los monstruos imaginarios. De pronto, escucharon un ruido fuerte.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Martín, un poco asustado.
"¡Cuidado, una aventura más nos espera!" - dijo su abuelo, riendo mientras se acercaban. Resultó ser solo un grupo de ranas croando.
"¡Son nuestros amigos!" - dijo Martín aliviado.
Cuando el sol comenzó a ponerse, era hora de regresar a casa. Mientras volvían, Martín pensaba en todo lo que había aprendido ese día. Había alimentado gallinas, montado a caballo, descubierto un erizo y jugado muy feliz.
"Gracias, abuelo. Fue el mejor día de todos. ¡Y gracias, Caleb!" - dijo Martín, abrazando a su perro.
"Siempre hay algo nuevo para aprender en la finca, y hoy has sido un gran aventurero, Martín. Siempre podemos volver a jugar y aprender juntos." - respondió su abuelo sonriendo.
De regreso a casa, Martín se fue a dormir pensando en sus aventuras, emocionado por todo lo que el día siguiente podría traer.
FIN.