Martín y el juego ganador
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un niño llamado Martín. Martín era un niño muy especial, ya que tenía autismo.
A pesar de las dificultades que enfrentaba cada día, Martín siempre tenía una sonrisa en su rostro y un gran amor por el béisbol. Martín anhelaba jugar béisbol con sus compañeros de la escuela, pero a menudo se sentía frustrado porque no podía comunicarse tan fácilmente como los demás niños.
Sin embargo, eso no lo detuvo. Con la ayuda de su entrenador y sus padres, Martín comenzó a practicar duro todos los días para mejorar en el campo.
Un día, llegó el gran torneo escolar de béisbol y el equipo de Martín estaba emocionado por participar. A pesar de las dudas de algunos padres y compañeros sobre si Martín podría jugar bien debido a su condición, el entrenador decidió darle la oportunidad de demostrar lo que podía hacer.
El primer juego fue difícil para el equipo. Estaban perdiendo por muchos puntos y la moral estaba baja. Fue entonces cuando Martín pidió al entrenador que le permitiera entrar al campo. Aunque todos estaban sorprendidos, decidieron darle una oportunidad.
Martín tomó su lugar en el jardín central y algo mágico sucedió. Con cada lanzamiento del pitcher contrario, Martín parecía anticipar dónde caería la pelota y corría velozmente para atraparla.
Su precisión era asombrosa y pronto se convirtió en una pieza clave para detener las carreras del equipo contrario. - ¡Vamos Martín, tú puedes hacerlo! -gritaban sus compañeros desde el banco. Con cada entrada que pasaba, el equipo de Martín lograba acercarse en puntaje hasta empatar el juego.
Finalmente, llegó la última entrada y era el turno del equipo de Villa Esperanza de batear.
Con dos outs en la pizarra y un corredor en tercera base, todo dependía del próximo bateador: Juanito, uno de los amigos más cercanos de Martín. - ¡Tú puedes hacerlo Juanito! -animaba Martín desde la banca. Juanito tomó su posición frente al lanzador rival con determinación.
El lanzamiento vino rápido hacia él y con un swing perfecto logró impulsar la pelota fuera del campo. Era un cuadrangular que le dio la victoria al equipo de Villa Esperanza.
Todos los niños corrieron hacia Juanito para celebrar, pero él sabía que sin la ayuda invaluable de su amigo Martín atrapando todas esas pelotas importantes durante el juego, nunca habrían llegado tan lejos. Esa noche, todos los niños se reunieron en casa de Martín para celebrar la victoria y agradecerle por su valiosa contribución al equipo.
Todos aprendieron una importante lección: nunca subestimar a alguien solo por sus diferencias; todos tenemos habilidades únicas que pueden ayudarnos a alcanzar nuestros sueños si trabajamos juntos como un verdadero equipo.
FIN.