Martín y el Misterio del Invierno en Alaska



Era un día soleado, y Martín estaba muy emocionado. Había ganado un concurso para viajar a Alaska, ¡un lugar que siempre había querido conocer! Sin embargo, en su entusiasmo, no se dio cuenta de que el invierno en Alaska no era el mismo que el verano en su ciudad.

Martín hizo las valijas y decidió llevar todo lo que pensó le serviría: sus camisetas de colores brillantes, pantalones cortos y, por supuesto, sus chanclas favoritas.

"¿Quién necesita abrigo en un lugar con un nombre tan divertido como Alaska?", pensó mientras cerraba su valija.

El día de su partida, su mamá lo miró con una mezcla de preocupación y risa. "- ¿Estás seguro de que no querés llevar al menos un abrigo, Martín?"

"- Estoy bien, mamá. Iré a ver a los osos y los glaciares. ¡Voy a hacer un montón de amigos!"

Así fue como Martín llegó a Alaska, decidido a pasar un momento divertido. Sin embargo, al salir del avión, algo lo sorprendió: ¡el aire era frío como un congelador!"Voy a sentir el viento helado, seguro que es como una brisa de verano", pensó mientras sonreía. Pero, la realidad era muy diferente. El viento lo golpeó con fuerza en su rostro, haciéndolo tiritar como una hoja en otoño.

Mientras caminaba por el aeropuerto, vio a otros niños con abrigos gruesos, gorros y bufandas. "- ¡Hola!", dijo con entusiasmo a unos chicos. "- ¿a dónde van?"

"- ¡Hola! Vamos a esquiar. ¿Y vos?" contestaron. Martín se sintió un poco fuera de lugar.

"- Yo... voy a dar una vuelta por aquí y disfrutar el paisaje", dijo tratando de sonreír, y se apresuró hacia la salida. Sin embargo, al salir, la realidad lo golpeó nuevamente. La nieve caía del cielo como si fueran copos de algodón, y el suelo estaba cubierto de una hermosa alfombra blanca.

"- ¡Qué lindo!", exclamó, pero el frío lo hizo temblar. Martiín pensó que quizás debía buscar un lugar cálido.

Se metió en una cafetería, donde el aroma a chocolate caliente lo envolvió. Se acercó a la barra y pidió uno.

"- ¡Hola!", saludó una niña de cabello rubio y cara sonriente. "- Te veo un poco frío, ¿no?"

"- Y... sí, un poco", respondió Martín, tratando de no parecer muy avergonzado.

"- Soy Lily. Te puedo mostrar cómo jugar en la nieve, pero necesitas ropa de invierno, ¡o vas a perder los dedos por el frío!"

"- No tengo abrigo...", admitió Martín, sintiendo que dos ardillas que corrían afuera lo miraban.

Lily frunció el ceño. "- Ven, tengo un abrigo de repuesto en casa. Después de eso, te mostraré a deslizarte en trineo. ¡Es divertido!"

Martín no lo pensó dos veces. Acceptó la ayuda de su nueva amiga y juntos caminaron hacia la casa de Lily. Al llegar, entraron y fueron recibidos por una familia muy amable que lo invitaron a pasar.

"- ¡Aquí está el abrigo!", dijo Lily mientras le entregaba un pesado abrigo rojo. Martín, que nunca había usado algo tan grueso, se lo puso y de repente se sintió mucho más cálido.

"- ¡Esto es increíble!", exclamó.

"- Ahora sí, ¡vamos a jugar!" gritó Lily mientras ambos corrían hacia el parque.

La nieve estaba perfecta. Deslizaron por colinas, construyeron muñecos de nieve y hasta hicieron una guerra de bolas de nieve. Martín se olvidó de que tenía frío gracias a la alegría que sentía. Cada risa, cada momento de juego lo llenaba de felicidad.

De repente, mientras hacían una bola de nieve gigante, escucharon un sonido no muy distante. Era un grupo de niños que competían en una carrera con trineos.

"- Vamos a ver!" sugirió Martín. Pero al llegar al lugar, ya estaban muy cerca de la meta y uno de los trineos se rompió.

"- ¡Oh no! No podemos permitir que se queden sin jugar!", dijo Martín. Rápidamente, él y Lily se unieron a los niños para construir un nuevo trineo con nieve.

"- Gracias por ayudar!", gritó uno de los niños al ver lo que estaban haciendo. Pronto, todos los niños del lugar se unieron a ellos, y juntos arreglaron el trineo a tiempo.

"- ¡Listo! Ahora sí, ¡a jugar!", exclamó Martín, aún sin creer que había pasado de ser el niño que temía el frío, a ser el rey del invierno en Alaska.

Al final del día, en la cafetería de antes, Martín disfrutó otro chocolate caliente, pero esta vez rodeado de amigos. Se dio cuenta de que la ropa no lo era todo, sino las experiencias y las amistades que había hecho en el camino.

"- ¡Gracias, Lily! Eres la mejor amiga del mundo", dijo Martín emocionado.

"- Yo también, Martín. ¡Me alegra que estés aquí!"

Cuando el sol comenzó a ocultarse, Martín entendió que nunca se puede estar preparado para todo, pero con una buena actitud y buenos amigos, puedes enfrentarlo todo, ¡incluso un invierno en Alaska!

Y aunque él llegó sin abrigo, se fue lleno de recuerdos de risas, diversión y amistad.

"- ¡Hasta la próxima, Alaska! ¡Volveré!" exclamó con alegría y una sonrisa en el rostro.

FIN.

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