Martín y el poder de la calma


Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Martín. Martín era conocido por enojarse por cualquier cosa que no saliera como él quería.

Si perdía un juego, si le quitaban un juguete o si las cosas simplemente no sucedían como él esperaba, Martín explotaba en ira. Un día, Martín estaba jugando con sus amigos al fútbol en la plaza del pueblo. Estaban empatados y solo quedaba un minuto para que terminara el partido.

Martín tenía la oportunidad de marcar el gol ganador, pero cuando recibió el pase decisivo ¡la pelota se le escapó y salió fuera! Enfurecido, pateó la pelota lejos y comenzó a gritar y a maldecir.

"¡Martín, tranquilo! Fue solo un error", intentó calmarlo uno de sus amigos. Pero Martín ya estaba tan enojado que decidió irse solo a su casa sin despedirse de nadie. Por el camino, pateaba piedras y gruñía sin parar.

Al llegar a su hogar, tiró la mochila con fuerza al suelo y se encerró en su habitación. Esa noche, mientras cenaba con su familia, Martín seguía enfadado y respondiendo mal a todo lo que le decían.

Su mamá notó algo diferente en él y decidió hablarle seriamente después de la cena. "Martín, entiendo que te sientas frustrado cuando las cosas no salen como quieres. Pero es importante aprender a manejar tus emociones y no dejarte llevar por la rabia.

"Martín escuchaba atentamente las palabras de su mamá aunque por dentro seguía sintiéndose muy molesto. Al día siguiente, en la escuela, durante el recreo llegaron unos chicos nuevos al colegio.

Uno de ellos se acercó a jugar con Martín pero accidentalmente chocó contra él haciendo que tropezara y cayera al suelo derramando toda el agua de su botella. "¡Mira lo que hiciste! ¡Eres torpe e inútil!" -gritó Martín lleno de furia mientras los demás niños miraban sorprendidos.

El niño nuevo se disculpó varias veces pero Martín ya estaba demasiado alterado para escuchar razones.

Sin embargo, algo inesperado ocurrió: los otros niños del colegio rodearon a Martín formando un círculo y empezaron a contarle anécdotas sobre situaciones similares donde habían aprendido a controlar su temperamento. "A todos nos pasa cometer errores o sentirnos frustrados alguna vez", dijo uno de los chicos más grandes del grupo. "Lo importante es cómo reaccionamos ante esas situaciones.

"Las palabras de sus compañeros resonaron en la mente de Martín quien finalmente entendió que debía cambiar su actitud si quería ser aceptado por los demás y ser feliz consigo mismo.

Desde ese día, Martín comenzó a practicar técnicas para controlar su ira cada vez que sentía que iba a estallar.

Aprendió a respirar profundo antes de responder impulsivamente ante una situación adversa; también descubrió que podía contar hasta diez para tranquilizarse antes de tomar una decisión precipitada; e incluso empezó a ver el lado positivo aún en medio del caos.

Con el tiempo, Martín se convirtió en un niño más paciente, comprensivo y amigable gracias al apoyo incondicional de sus amigos y familiares quienes siempre estuvieron ahí para recordarle lo importante que era mantener la calma incluso cuando las cosas no salían como él esperaba.

Y así fue como aquel niño que solía enojarse por todo encontró la paz interior necesaria para disfrutar plenamente cada momento sin dejar que la rabia dominara su vida nunca más.

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