Martín y el Respecto que Creció
Era un día soleado en el barrio de Martín, un niño de diez años, que corría por las calles con sus amigos. Sin embargo, a pesar de tener muchos compañeros, había algo que lo hacía diferente: no sabía cómo tratar a las niñas.
Cada vez que veía a sus compañeras, solía hacer chistes groseros o empujarlas para que se enojaran. No entendía que sus palabras les lastimaban.
"Ay, Martín, pará un poco, no está bien lo que haces", le decía su amiga Lucía, mientras se limpiaba las lágrimas.
"No es para tanto, Lucía, ¡solo te estoy haciendo una broma!" -respondía Martín, sin darse cuenta del daño que causaba.
Un día, en la escuela, la maestra organizó una competencia de arte. Todos debían presentar un dibujo sobre lo que admiraban. Martín, emocionado, decidió hacer un dibujo de su superhéroe favorito.
Mientras todos iban presentando sus dibujos, se dio cuenta de que las chicas estaban haciendo hermosas obras de arte. Después de la clase, se acercó a Valentina, una de las mejores artistas del curso.
"Che, Valen, ¿podés ayudarme con mi dibujo?" -preguntó Martín, sin saber cómo se sentiría ella.
"Claro, Martín. Pero, ¿por qué te portás así con las chicas?" -preguntó Valentina, sorprendida.
Martín empezó a reflexionar. Aunque nunca le había dado importancia, las palabras de Valentina resonaron en su mente. Durante las semanas siguientes, observó cómo trataban a las chicas en su clase. La manera en que las ignoraban o cómo se reían de ellas sin pensar en sus sentimientos. Y se sintió mal.
Algunas tardes, Martín se quedaba en casa, dibujando y pensando. Se dio cuenta de que quería ser amigo de las chicas, no su enemigo. Así que un día decidió cambiar. Resulta que en el camino se encontró con Lucía, que estaba llorando.
"¿Qué te pasa, Lucía?" -preguntó Martín, un poco nervioso porque no estaba acostumbrado a ser gentil.
"Nadie me quiere en el equipo de fútbol, me dijeron que soy muy mala" -suspiró Lucía.
Martín, recordando lo que había aprendido sobre el respeto, le dijo: "Eso no es justo. Todos merecemos una oportunidad. Te invito a formar parte de mi equipo, ¡así ganamos todos juntos!".
Lucía lo miró con sorpresa, pero a la vez con una sonrisa que hacía tiempo no veía. Juntos se adentraron en el mundo del fútbol y pronto se convirtió en un gran equipo. Allí, Martín comenzó a aprender a valorar el trabajo en equipo y el respeto mutuo, sintiendo que las chicas eran sus compañeras, no sus rivales.
En el último partido del torneo, Martín, Lucía, Valentina y todas las chicas del equipo jugaron con alegría y respeto. Al final, aunque no ganaron, se sintieron felices y orgullosos de haber jugado juntos.
"Fue increíble jugar con ustedes, chicas. Nunca más voy a ser grosero", prometió Martín.
"Gracias, Martín. Nos gustó jugar contigo", respondió Valentina con una sonrisa.
Desde ese día, la actitud de Martín cambió. Se convirtió en un defensor del respeto entre sus amigos. Y aunque a veces se olvidaba y volvía a ser un poco tosco, siempre recordaba el valor de las palabras, el poder de la amistad y la importancia de valorar a las chicas y a los demás en su vida.
Con el tiempo, se hizo un gran amigo de Lucía, Valentina y todas las chicas del barrio. Y así, Martín aprendió que el verdadero valor no estaba en hacer reír a costa de otros, sino en construir un mundo donde todos se sientan valorados y queridos.
FIN.