Martín y la cancha intergaláctica



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un niño llamado Martín que soñaba con ser el mejor jugador de baloncesto del mundo.

Martín era muy talentoso y dedicado, pero a veces le invadía el miedo de no poder lograr su sueño. Un día, mientras paseaba por el parque, encontró un viejo libro en una banca. Lo abrió y descubrió que era un libro de viajes mágicos que lo llevarían a lugares increíbles.

Emocionado, decidió probarlo y sin dudarlo pronunció las palabras mágicas: "Viajar es crecer". De repente, Martín se vio envuelto en una luz brillante y cuando esta desapareció se encontraba en una cancha de baloncesto gigante flotando en el espacio.

Estaba emocionado y asustado al mismo tiempo. - ¡Wow! ¿Dónde estoy? -exclamó Martín mirando a su alrededor sorprendido. Entonces apareció frente a él un ser extraño hecho completamente de luces brillantes. Era el guardián de la cancha intergaláctica.

- Soy Lumino, el guardián de este lugar. Veo que amas el baloncesto. Aquí tendrás la oportunidad de demostrar tu valía como jugador -dijo Lumino con voz amable. Martín estaba emocionado pero también nervioso.

Sabía que debía enfrentar sus miedos si quería tener éxito en esta aventura. Durante los siguientes días, Martín entrenó duro con la ayuda de Lumino. Aprendió nuevas técnicas, mejoró su juego y ganó confianza en sí mismo.

Pero lo más importante fue que descubrió el verdadero significado del amor por el deporte y la importancia de creer en uno mismo. Finalmente llegó el día del gran partido contra un equipo alienígena muy poderoso.

La tensión era palpable pero Martín recordó todo lo aprendido durante su viaje y se armó de valor para enfrentarlos. El partido fue intenso, ambos equipos dieron lo mejor de sí mismos. En los últimos segundos, con el marcador empatado, Martín tuvo la oportunidad de anotar el punto decisivo.

Cerró los ojos, respiró hondo y lanzó la pelota con toda su fuerza.

El silencio invadió la cancha por un instante eterno hasta que finalmente se escuchó ¡Swish! El balón entró limpiamente en la red y todos estallaron en júbilo. Martín había logrado su cometido gracias al amor por el baloncesto, superando sus miedos y creyendo en sí mismo.

De regreso a casa, entendió que los verdaderos viajes son aquellos que nos llevan a descubrir quiénes somos realmente y cuánto somos capaces de lograr cuando tenemos fe en nosotros mismos.

FIN.

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