Martín y la cometa que voló alto
Había una vez en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, un niño llamado Martín que soñaba con volar como los pájaros.
Todos los días miraba al cielo con admiración y suspiraba pensando en lo maravilloso que sería poder surcar las nubes. Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a su casa, Martín se encontró con una vieja cometa abandonada.
Estaba un poco rota y desgastada, pero él vio en ella la oportunidad perfecta para cumplir su sueño de volar. Martín llevó la cometa a su casa y, con paciencia y dedicación, comenzó a repararla. Pegó cada pedacito roto, reforzó las cuerdas y le dio un toque especial pintándola con colores brillantes.
Cuando terminó, la cometa lucía espectacular. Al día siguiente, Martín llevó su cometa al campo abierto detrás de su casa.
Con el viento soplando a su favor, corrió lo más rápido que pudo y ¡la cometa se elevó en el aire! Martín estaba emocionado viendo cómo su sueño cobraba vida frente a sus ojos. "¡Mira mamá, estoy volando!", gritaba Martín emocionado mientras veía cómo la cometa se elevaba más alto y más alto.
Pero de repente, una ráfaga de viento fuerte hizo que las cuerdas se soltaran y la cometa empezara a caer en picada hacia el suelo. Martín corrió desesperado intentando atraparla antes de que se estrellara contra el piso.
Por suerte, logró agarrar las cuerdas justo a tiempo y evitar que la cometa se dañara. Se sentó en el pasto recuperando el aliento mientras acariciaba cariñosamente a su amiga voladora.
"No te preocupes amiguita", dijo Martín tranquilizando a la cometa,"todos cometemos errores pero lo importante es no rendirse nunca". Desde ese día, Martín siguió practicando con su cometa todos los fines de semana. Aprendió a controlarla incluso en condiciones adversas y cada vez lograba hacerla volar más alto y por más tiempo.
Un año después, durante el festival anual del pueblo, hubo una competencia de vuelo de cometas. Martín decidió participar junto a otros niños con sus coloridas creaciones. La competencia fue reñida pero finalmente fue Martín quien logró llevarse el primer premio.
Su habilidad para hacer volar aquella vieja cometa demostró que con esfuerzo y determinación todo es posible. "¡Lo logré!", exclamó Martín emocionado levantando orgulloso su trofeo,"nunca imaginé que algo tan simple como una cometa me enseñaría tanto".
Y así fue como Martín descubrió que los sueños pueden convertirse en realidad si uno está dispuesto a trabajar duro por ellos.
Y desde ese día en adelante, cada vez que miraba al cielo recordaba aquella lección: nunca dejarse vencer por los obstáculos y siempre seguir adelante persiguiendo nuestros deseos más profundos.
FIN.