Martín y la dulce solidaridad


En una pequeña escuela de un pueblo llamado Villa Esperanza, vivía un niño llamado Martín. Martín era muy curioso y siempre estaba atento a lo que sucedía a su alrededor.

Un día, mientras jugaba en el patio del colegio, notó algo extraño. Martín observó que su compañera de clase, Sofía, nunca compartía el almuerzo con los demás niños. Siempre se apartaba y parecía esconderse detrás de un árbol para comer sola.

Esto llamó la atención de Martín, quien decidió acercarse a ella para preguntarle qué pasaba. "Hola Sofía, ¿por qué siempre comes sola y no compartes con nosotros?", preguntó Martín con curiosidad.

Sofía bajó la mirada avergonzada y le confesó a Martín: "Es que tengo diabetes y no puedo comer como ustedes. Me da vergüenza que me vean sacar mi comida especial". Martín se sorprendió al escuchar esto.

No sabía mucho sobre la diabetes, pero recordaba haber oído algo en la televisión sobre esa enfermedad. Decidió investigar más para poder ayudar a su amiga. Esa misma tarde, Martín fue a la biblioteca del pueblo y buscó libros sobre la diabetes.

Leyó atentamente cada página y aprendió todo lo que necesitaba saber sobre cómo cuidarse si se tenía esa enfermedad. Al día siguiente en el colegio, Martín se sentó al lado de Sofía durante el recreo y sacó de su mochila una manzana cortada en pedacitos.

"¿Quieres compartir mi almuerzo hoy? ¡Es saludable y delicioso!", dijo Martín con una sonrisa. Sofía lo miró sorprendida pero luego sonrió felizmente. Juntos disfrutaron de la manzana mientras charlaban animadamente. Los días pasaron y Martín siguió acompañando a Sofía durante el almuerzo.

Se aseguraba de tener siempre algo saludable para compartir con ella e incluso le recordaba cuándo debía medir sus niveles de azúcar en sangre o tomar su medicación.

La amistad entre Martín y Sofía creció cada vez más fuerte gracias a la empatía y solidaridad demostradas por el niño hacia su amiga diabética. Los demás compañeros también empezaron a entender mejor la situación de Sofía e incluso comenzaron a llevar opciones más saludables para compartir entre todos.

Finalmente, Sofía dejó de sentir vergüenza por ser diferente y aprendió que tener diabetes no significaba estar sola o marginada. Teniendo amigos comprensivos como Martín a su lado, supo que siempre habría alguien dispuesto a apoyarla en los momentos difíciles.

Así, en Villa Esperanza se sembraron semillas de solidaridad, comprensión y amistad que florecieron gracias al gesto bondadoso e educativo de un niño curioso llamado Martín.

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