Martín y la valentía en Villa Esperanza
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde cada año durante la Semana Santa se llevaba a cabo una tradición muy especial.
Los disciplinantes, hombres y mujeres valientes y decididos, recorrían las calles del pueblo para demostrar su devoción y sacrificio. Un niño llamado Martín siempre había admirado a los disciplinantes. Soñaba con convertirse en uno de ellos algún día y participar en esa importante tradición.
Sin embargo, Martín tenía un problema: era muy miedoso. A medida que se acercaba la Semana Santa, Martín sentía cada vez más nerviosismo. No quería decepcionar a su familia ni a sí mismo por no tener el coraje suficiente para enfrentar el desafío de los disciplinantes.
Una tarde soleada antes del inicio de la Semana Santa, Martín decidió dar un paseo por el bosque cercano al pueblo. Mientras caminaba entre los árboles altos y frondosos, se encontró con un viejo sabio llamado Don Ignacio.
Don Ignacio era conocido por sus palabras sabias y consejos inspiradores. Al ver la cara preocupada de Martín, le preguntó qué le pasaba. "¡Hola joven! ¿Qué te aflige tanto?", dijo Don Ignacio amablemente.
Martín vaciló al principio pero luego decidió contarle sus temores sobre no poder ser un disciplinante debido a su miedo. "Don Ignacio", comenzó Martín con voz temblorosa,"siempre he querido ser parte de los disciplinantes en Semana Santa pero tengo mucho miedo".
El anciano sonrió comprensivamente y respondió: "Mi joven amigo, el miedo es algo normal y todos lo experimentamos en algún momento de nuestras vidas. Sin embargo, ser valiente no significa no tener miedo, sino enfrentarlo a pesar de él".
Martín asintió con la cabeza, intrigado por las palabras de Don Ignacio. "La valentía no se trata solo de hacer cosas peligrosas o arriesgadas", continuó Don Ignacio. "Se trata de superar tus propios temores y desafiar tus límites personales".
Martín reflexionó sobre esas palabras durante toda la noche. Al día siguiente comenzaba la Semana Santa y sabía que tenía que tomar una decisión. Cuando llegó el gran día, Martín se encontraba parado frente a la iglesia del pueblo junto a los demás disciplinantes.
Estaba nervioso pero recordó las palabras inspiradoras de Don Ignacio. Durante todo el recorrido por las calles del pueblo, Martín mantuvo su determinación y enfrentó sus miedos uno tras otro.
Cada vez que sentía un escalofrío recorrer su espalda, recordaba las palabras del sabio: "Ser valiente no significa no tener miedo". Al finalizar la procesión, Martín se sintió orgulloso de sí mismo por haber superado sus temores y haber sido parte de algo tan importante para su comunidad.
Su familia y amigos estaban emocionados al verlo caminar con los disciplinantes. Don Ignacio observaba desde lejos con una sonrisa llena de satisfacción al ver cómo Martín había encontrado su coraje interior.
A partir de ese día, Martín entendió que ser valiente significaba enfrentar sus miedos sin dejar que lo controlaran. Se convirtió en una inspiración para otros niños del pueblo, demostrándoles que no hay límites para lo que pueden lograr si se atreven a enfrentar sus miedos.
Y así, en Villa Esperanza, la tradición de los disciplinantes continuó año tras año, recordando a todos la importancia de ser valientes y nunca dejar que el miedo nos detenga.
FIN.