Martín y Román se pierden en Sediles



Era un soleado día de primavera y Martín y Román, dos amigos inquietos y curiosos, decidieron aventurarse en un recorrido por el campo de Sediles. Habían escuchado historias de un lugar especial donde se podían encontrar flores enormes y mariposas de mil colores.

"¡Vamos a descubrir ese lugar!", propuso Martín, emocionado.

"Sí, seguro que es mágico!", contestó Román con una sonrisa.

Así, los dos amigos se pusieron en marcha, riendo y jugando mientras corrían por los senderos. Saltaron sobre pequeños charcos y encontraron piedras de formas curiosas. Todo parecía perfecto hasta que, sin darse cuenta, se habían alejado demasiado del camino conocido.

"Che, ¿estás seguro de que estamos yendo bien?", preguntó Román, un poco preocupado.

"Sí, claro. Solo tenemos que seguir adelante, ¡la aventura acaba de empezar!", respondió Martín, tratando de parecer convencido.

Después de un rato, ambos se dieron cuenta de que no reconocían nada a su alrededor. El campo se extendía ante ellos, lleno de flores y árboles, pero no había señales de su camino.

"¡Ay, no! Creo que nos perdimos", dijo Román asustado.

"No te preocupes, Román. Lo importante es mantener la calma y pensar en una solución", lo tranquilizó Martín, tratando de ser el valiente.

Los dos amigos se sentaron bajo un árbol grande y empezaron a pensar. Martín recordó que una vez su abuelo le había hablado sobre cómo orientarse en la naturaleza.

"¡Ya sé! Vamos a buscar el sol. Si sabemos dónde está, podemos encontrar el camino de vuelta", exclamó Martín.

"Buena idea, Martín! Pero... ¿y si no sabemos cuál es el este luego de tanto tiempo?", preguntó Román, un poco menos seguro.

Martín miró alrededor e hizo un gesto hacia un alto árbol que había en la distancia.

"¡Vení! Si encontramos agua, seguro estarán cerca de ella otros caminos. Vamos hacia ese árbol."

"Ok, voy contigo. ¡Pero no me sueltes la mano, eh!", dijo Román, sintiéndose un poco más animado.

Mientras caminaban, empezaron a escuchar el sonido de un río. ¡Era el lugar que habían estado buscando!"¡Escuchaste eso!", gritó Martín.

"Sí, ¡es el río!", exclamó Román, corriendo hacia el sonido.

Cuando llegaron al río, se sintieron felices al ver el agua clara y brillante. Allí, decidieron descansar un momento y beber un poco de agua. A su alrededor, había mariposas revoloteando y flores hermosas que jamás habían visto.

"¡Qué lindo es este lugar!", dijo Román, asombrado.

"Sí, es más mágico de lo que pensé. Aunque nos hayamos perdido, encontré algo increíble", respondió Martín, sonriendo.

Después de un ratito, decidieron seguir el curso del río, pensando que seguramente los llevaría de regreso a su hogar. Mientras caminaban, se encontraron con un anciano que pescaba en la orilla.

"¡Hola, chicos! ¿Se han perdido?", preguntó el anciano, sonriendo.

"Sí, nos alejamos demasiado buscando flores y ahora no sabemos cómo volver", confesó Román.

"No se preocupen. Si siguen el río hacia abajo, llegarán a la plaza del pueblo. Es un buen camino", les explicó el anciano.

"¡Gracias!", exclamaron los dos amigos al unísono.

"Pero antes de irse, les daré un consejo: siempre lleven un mapa y pidan ayuda si se sienten perdidos. La aventura es divertida, pero también es importante ser responsables", agregó el anciano.

"Lo prometemos!", dijeron Martín y Román, sintiéndose agradecidos y decididos a ser más cuidadosos en sus futuras exploraciones.

Así que, tras agradecer al anciano, los chicos siguieron el río, disfrutando del paisaje y hablando sobre todas las maravillas que habían visto. En el camino, encontraron más flores y mariposas, y, sobre todo, aprendieron la importancia de permanecer juntos y pedir ayuda.

Finalmente, después de unos minutos, llegaron a la plaza del pueblo, donde se escuchaban risas y música. Al ver a sus familiares, corrieron emocionados.

"¡Nos perdimos, pero fue la mejor aventura!", dijo Román.

"¡Sí! Y aprendimos a nunca dejar de explorar, pero siempre cuidándonos", añadió Martín.

Desde entonces, Martín y Román tuvieron más aventuras, pero siempre con un mapa en la mano y un ojo atento para el camino de regreso. Y así, cada vez que miraban al horizonte, recordaban aquel día en que se perdieron, pero encontraron mucho más de lo que esperaban.

FIN.

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