Martina, la niña de los Andes


Había una vez una niña llamada Martina que vivía en un pequeño pueblo de la altura andina. Martina era muy feliz junto a sus padres, quienes eran agricultores y cuidaban de ella con mucho amor y cariño.

Un día, los padres de Martina recibieron una oferta de trabajo en la ciudad. Era una oportunidad única para mejorar su situación económica y brindarle a su hija mejores oportunidades de educación y desarrollo.

Aunque sabían que debían aceptarla, les dolía mucho tener que dejar atrás su hogar y a todos sus seres queridos. Cuando Martina se enteró de la noticia, sintió un nudo en el estómago.

No podía imaginar su vida sin sus padres y sin el hermoso paisaje montañoso al que estaba acostumbrada. La tristeza invadió su corazón, pero sabía que debía apoyar a sus padres en esta nueva etapa.

"Martina, entiendo lo difícil que es para ti dejar todo atrás", le dijo su madre mientras secaba las lágrimas de la niña-. "Pero recuerda que esta decisión es por nuestro bienestar familiar". Martina asintió con tristeza, pero no podía evitar sentirse perdida ante tantos cambios.

Sin embargo, decidió hacerle frente a la situación con valentía y optimismo. El día llegó y Martina junto a sus padres partieron hacia la ciudad.

El viaje fue largo y cansado, pero al llegar se encontraron con un lugar lleno de oportunidades: calles bulliciosas, edificios altos e infinidad de personas por doquier. La adaptación no fue fácil para Martina. Extrañaba la tranquilidad de su pueblo, el aire puro y los paisajes que tanto amaba.

Pero poco a poco fue conociendo nuevos amigos en la escuela y descubriendo las maravillas de la ciudad. Un día, mientras caminaban por un parque lleno de árboles y flores, Martina se encontró con un anciano sentado en un banco. Parecía triste y solitario. "Hola señor", saludó Martina con curiosidad-.

"¿Está bien?"El anciano levantó la vista y sonrió levemente. "Hola niña, solo estoy recordando tiempos pasados", respondió el anciano suspirando-. "Viví toda mi vida en esta ciudad pero siempre extrañé las montañas".

Martina se sintió identificada con aquel hombre. Ambos extrañaban lo que habían dejado atrás. "Yo también extraño mucho mi hogar en las montañas", confesó Martina con lágrimas en los ojos-. "Pero sé que es importante apoyar a mis padres".

El anciano asintió comprensivamente y le dijo:"La vida nos presenta desafíos constantemente, pero es nuestra actitud frente a ellos lo que marca la diferencia. Aprende a valorar lo nuevo sin olvidar tus raíces". Aquellas palabras resonaron en el corazón de Martina.

Comprendió que no debía aferrarse al pasado, sino aprender a adaptarse a su nueva realidad sin perder su esencia. Con el tiempo, Martina comenzó a disfrutar de las ventajas de vivir en la ciudad: nuevas amistades, oportunidades educativas y actividades culturales emocionantes.

Sin embargo, nunca olvidó sus raíces y siempre llevó consigo el amor por su pueblo y la altura andina. Martina se convirtió en una joven llena de fortaleza y resiliencia.

Siguió adelante con sus estudios y logró cumplir sus sueños gracias al apoyo incondicional de sus padres. Y así, Martina comprendió que aunque las despedidas duelen, también pueden abrir puertas a nuevas oportunidades.

Aprendió a encontrar la felicidad en cada etapa de su vida, valorando lo que tenía sin olvidar quién era realmente. Fin.

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